TORRENTE

«… Mis labios, mi lengua, mi cuello, mi pecho, mis senos despiertos y tensos, mi vientre, mi espalda, mis caderas, el sendero entre mis piernas…»

por ISABELLA L.

Es un día particularmente monótono, solitario, de esos días pesados en que nada parece lograrse, en que la desidia se apodera de los cuerpos y los sumerge en un complicado estado de desasosiego, de cansancio. Entro al cuarto de baño decidida a liberarme de esa pesadez, de ese sopor, a limpiar mi cuerpo de semejantes y negativas afecciones. Un denso silencio llena el interior del baño, un vacío inconmensurable se respira. Silencio que es desplazado por el sonido de los anillos de plástico al deslizar la cortina. Los grifos de la ducha relucen en su soledad, y el brazo metálico invita a salvarlo del cruel abandono. Con parsimonia me despojo de mis ligeras vestiduras, y de reojo contemplo mi cuerpo en el espejo. Los grifos de la ducha comienzan a hablar mientras asoma el agua, como repitiendo el eco de las cañerías. Un chorro de agua potente y abundante se hace presente, chorro que tras palparlo inicialmente con mis dedos, lo convierto en el manantial adecuado a la temperatura ideal. Primero introduzco un pie, luego el otro, y luego todo mi cuerpo desnudo se entrega al torrente, después de que el chorro caliente cae sobre mi espalda. Comienzo a sentirme relajada bajo el tibio aguacero, mientras las paredes lentamente se impregnan de vapor. Comprendo que esperaba este momento, lo necesitaba, ansiaba las caricias del agua, de cualquier caricia, que lograra relajarme y despertar en mí aquello que en verdad extrañaba demasiado.

Recorrer los rincones de mi cuerpo con la ducha inevitablemente me trae esos sueños, esos anhelos, esas ganas que me son negadas, esas pasiones que añoro en la soledad de mis latidos. Y eres tú a quien extraño, eres tú a quien anhelo, eres tú a quien quiero presente en este momento. Porque tal vez evocarte no es suficiente, tal vez desearte no es suficiente, mientras lentamente me deshago hasta quedar sentada, vulnerable. Tal vez tu ausencia duele demasiado. Imaginarte cerca de mí no disipa el vacío que intento llenar ingenuamente con mis dedos traspasando el umbral de mis piernas abiertas, porque el deseo se hace más fuerte, más vital, y no comprende por qué no alcanza a ser saciado por el chorro tibio que ahora coloco sobre mi sexo descubierto, para que la fuerza del agua intente y no logre calmarlo de sus ansias implacables. Y siento ganas de llamarte, de que vengas a compartir mis ganas, de que vengas a brindarme la plenitud que ahora no alcanzo a proveerme, aunque sé que no vendrás, que no podrás hacerlo, y entonces te haces dueño de mi mente y de mis ojos, para que la ilusión de que mi voluntad se desvanezca entre tus manos sea más vívida, más real. Para que la ilusión de que las partes más sedientas de mi cuerpo sean de tu propiedad, y las tomes con mares de caricias y de besos, para que sea tu voz la melodía que destierre mi control, mi medida.

Y en el silencio de las gotas que se pierden, y de mis tímidos gemidos, veo cómo me miras con el mismo deseo, cómo me tomas entre tus brazos, y me abrazas de todas las maneras, para que el roce de tu cuerpo me haga levitar esperanzada, mientras tus labios inician su viaje por mi agradecida geografía. Mis labios, mi lengua, mi cuello, mi pecho, mis senos despiertos y tensos, mi vientre, mi espalda, mis caderas, el sendero entre mis piernas. Y mientras llegas a la fuente de mis anhelos se me escapan los suspiros en la soledad del baño. Y es que una vez más me seduces, con solo tu recuerdo, con todas las ganas que despiertas, con todo el deleite que tu imagen desata. Solo tú estás en el placer que me regalo, sin miedos, sin culpas, solo lamentando la perversa lejanía. Porque el deseo no tiene límites, y cuando se imponen las fronteras el verdadero amor herido se resiste a morir. Si tan solo estuvieras aquí, junto a mí, y ver el agua mojando tu cuerpo; y abrazarnos y besarnos bajo el cálido torrente, émulo de aquel que se escapa brioso entre mis piernas; y ver tu orgullosa masculinidad erecta invitándome a sentirla sin inhibiciones; y derramar toda nuestra intimidad y todas nuestras ansias en el caudal de estas aguas ardientes. Pero hoy otra vez me toca estar sola, otra vez me toca resignarme a extrañarte, desearte, fantasearte. Hoy otra vez soy solo yo y mis ganas, y mis aguas que se desbordan en tu ausencia.

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