«… Siente como su corazón se acelera, como su sexo arde y se desencadena…»
por ISABELLA L.
Afuera, ya todos duermen, aparentemente, a juzgar por la poca iluminación que se percibe en las ventanas del vecindario, y el silencio de la noche, solo importunado por el lejano ruido de algunos pocos autos errantes. Mas eso transcurre más allá de su ventana; dentro, en su habitación, la iluminación es muy tenue, y la temperatura es cálida, hoy es otra noche de esas. Apenas hace unos instantes apagó la computadora, había estado largo rato navegando en internet, intentando derrotar el aburrimiento y la apatía, pero especialmente, había chateado nuevamente con él, y como en todas las ocasiones anteriores, no podía sacárselo de la mente. Estuvo pensando en él todo el día, incluso cuando intentó no hacerlo, y solo deseaba encontrarse con sus palabras, hasta que finalmente llegaron como un salvador alivio a la ansiedad y la expectación. Él nada sabe, nada se imagina, por supuesto, para él probablemente sea otro chat divertido en el que entretenerse, o la posibilidad de intercambiar opiniones y conocer a alguien de diferente país o simplemente, otra persona con la que pasar el rato a través de la pantalla. Él nada sabe, pero despertó algo indescriptible; él nada se imagina, pero sus palabras se hicieron necesarias, primordiales, y sin que se sepa cómo, se convirtieron en un insólito portal hacia insólitas emociones, ensoñaciones, deseos.
La calidez de la habitación ya ha sido superada por la calidez de su cuerpo, que bajo las ligeras y nocturnales vestiduras ha cobrado enardecidos matices. Ahora ya siempre ocurre lo mismo cuando se despiden luego de haberse escrito largos ratos. Siempre se queda pensando en él, con notable intensidad, y su mente inevitablemente se lanza a volar por los senderos de las fantasías y los sueños.
Están juntos, mirándose fijamente, con las manos tomadas, acercando sus labios lentamente, los mismos labios que recorren su cuerpo al compás de sus decididas y seguras manos. Se imagina el sonido de su respiración que gradualmente se agita, el aroma de su piel. El deseo casi la hace temblar, sonrojándose, despojándose de las vestiduras, con lentitud y ansia. Ahora son sus propias manos las que recorren su cuerpo, con la misión de suplantar a aquellas tan deseadas. Recorren sus senos, pequeños, erguidos, anhelantes, con la ilusión de que esa boca los haga suyos, cada milímetro, tiernamente. Su mano izquierda se aventura hacia su vientre, en un camino que desciende por su geografía hacia su sexo humedecido e hirviente, y se imagina otra mano izquierda acariciando su monte de Venus, sus labios abiertos, su clítoris hinchado, y que otro cuerpo desnudo yace ante ella, ávido de pasión y lujuria, al tiempo que sus propios dedos se introducen de prisa en su sexo entregado. Seguramente su cuerpo se pondría aún más ardiente si él estuviera allí, y ambos disfrutando apasionadamente de sus cuerpos encendidos. Seguramente fuera el intenso roce lo que la dejaría, mucho más que ahora, con la respiración entrecortada, al ritmo descontrolado de sus dedos.
Siente como su corazón se acelera, como su sexo arde y se desencadena, todo su cuerpo se desata en una explosión orgásmica. Sus fluidos llevan consigo la imagen del ser que no está aquí y ahora, y los gemidos que salen de su boca llevan su nombre. Se deja caer, aún temblando, suspirando, sobre las sábanas impregnadas de su esencia, aún con su cuerpo desnudo vibrando con la melodía de la satisfacción y la añoranza.
Hoy es una de esas noches, de secreta y solitaria efusión, se ha arrancado otro orgasmo pensando en él, deseándolo, imaginándolo, aunque él nunca lo sepa. Mañana será otro día, como los días por venir, en que volverán a encontrarse, mediante la cada vez más cercana pantalla, ventana que cada vez se abre más hacia sus emociones más profundas, y sus deseos más urgentes, que se convierten en pasiones. Ya lo extraña, ya necesita volver a encontrarse con sus palabras, reencontrarse con sus ideas, y que de nuevo su mente la lleve a esos parajes que tanto ansía y le satisfacen. Con ese pensamiento, sonriendo, cierra los ojos, y se entrega al mundo de los sueños.