«…y pasó a bordear su ombligo…»
por TEODORO NDOMO
Aquella mañana rozó el llanto liberador.
A pesar de no trabajar ese día, a Mina, la cabeza le daba mil vueltas. Trabajo, familia y decisiones que debía tomar o que creía que debía tomar. En el fondo, sabía que la trascendencia de sus decisiones era efímera. Así que salió de la cama y se dirigió a la cocina a preparar café.
Llevó la taza al salón y encendió la tele en silencio. Arturo dormía y no había necesidad de dos con insomnio. Le quemó levemente el café y eso añadió lucidez a su cerebro. Cuando se dio cuenta, las hordas de zombies estaban anegando los leds de la pantalla. Decidió cambiar. Y cambiar. Y cambiar. Y cambiar. Pasó por delante del símbolo de ADULTS. Frenó el cambio y entró a ver. «Solo por ver», se dijo.
Cuando se dio cuenta el café estaba a medias y frío.
Cuando se dio cuenta tenía una mano acariciando un pezón.
Cuando se dio cuenta dejó la taza a un lado y pasó a bordear su ombligo.
Cuando se dio cuenta, su entrepierna hizo que se mordiera.
Arturo despertó sorprendido de su soledad. Cruzó el pasillo y llegó al salón descubriendo la sonrisa de Mina dormida. «Vaya noche le he hecho pasar con mis ronquidos» -pensó Arturo, «la pobre», – sentenció.
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