«… Desabrochó su pantalón, mientras mis manos retiraban mis bragas con ansiedad; no podía creer que estuviera ahí …»
por JANE CASSEY MOURIN. twitter.com/@JCMourin; patreon.com/JaneCasseyMourin; jcmourin.blogspot.com/
Explosiones en el escenario. La banda apareció ante nosotros. La gente brincaba de una lado a otro, el temblor en el suelo nos decía que la furia del heavy metal se había desatado; pero solamente teníamos ojos para ellos, frente a nosotras, separadas de sus cuerpos por solo un par de metros.
El concierto estaba a punto de terminar cuando un hombre que también conocíamos, el mánager de la banda, nos invitó a pasar a camerinos. No éramos tontas, sabíamos lo que ello significaba y deseábamos con todas nuestras fuerzas estar con ellos, coquetear, abrazarlos y si teníamos un poco de suerte, pasar la noche bajo el peso de sus cuerpos.
Entramos en un cuarto con un par de sofás y varias mesas cubiertas con cientos de bocadillos, chocolate, postres y bebidas muy costosas. El tipo que nos llevó hasta ahí, nos incitó a tomar lo que quisiéramos, diciendo que los chicos pronto nos acompañarían, minutos después de tocar su última canción.
Bebimos y comimos un poco, hasta que la puerta se abrió, y de pronto la banda entera entró en la habitación. Mi cuerpo vibrara ante la emoción mientras me lanzaba a ellos, abrazaba a cada uno de mis ídolos y tomaba fotos posando de la manera más sensual que podía, dejando que me tocaran el culo y sobaran mis senos: quería sentirlos a todos, quería estar con cada uno de ellos, realmente esperaba poder hacerlo.
El mánager se presentó de nuevo con unos papeles, nos pidió nuestras identificaciones, asegurándose con ello de que fuéramos mayores de edad, para luego firmar un contrato de confidencialidad, dejando claro que nada de lo que ahí pasara podría salir de esa habitación.
El solo saber lo que estábamos firmando, entender que estábamos a punto de hacerlo con nuestros héroes; hizo que mis bragas se mojaran mientras miraba la forma en que James me comía con la mirada.
Cuando el mánager dejó la habitación, las miradas de los cinco chicos se dedicaron a recorrer nuestros cuerpos, antes de que James me tomara de la cintura, apretándome contra su cuerpo y me mirara a los ojos, sonriente, haciendo que sintiera su miembro por encima de la ropa.
– Si alguien no quiere hacerlo es momento de irse – dijo el guitarrista, pero no estábamos tan locas como para irnos esa noche, no había otro lugar donde quisiéramos estar más que ahí, justo en medio de cinco hombres con el deseo de hacernos suyas.
Por toda respuesta, tomé a James de la nuca y lo besé, sintiendo sus labios mientras mi cuerpo vibraba de excitación, dejándome llevar por la agresividad de su lengua y la forma en que sus manos me apretaban las nalgas.
Miré de reojo a mi amiga mientras se ponía de rodillas, teniendo frente a ella a Ronnie, desabrochando su pantalón para liberar su hermoso miembro, antes de engullirlo y llevarlo hasta el fondo de su boca. Teníamos mucha suerte de estar ahí.
James me tomó del culo y me cargó hasta dejarme caer encima de sofá. Desabrochó su pantalón, mientras mis manos retiraban mis bragas con ansiedad; no podía creer que estuviera ahí, a punto de coger con mi ídolo, aquel hombre a quien seguía desde hacía tanto tiempo, cuyos posters tapizaban las paredes de mi cuarto.
Metí mis dedos en mi vagina, sintiendo como se humedecían mientras James y yo nos mirábamos a los ojos; un segundo antes de que se abalanzara sobre mí, encontrando mis labios con los suyos para fundirnos en un excitante beso.
Escuché un grito extraño, giré mi cabeza para encontrarme con el cuerpo de mi amiga, siendo sodomizado por un hombre que no era Ronnie, que no pertenecía a la banda, mientras otro tipo extraño le hundía su monstruosa verga en la boca. Una horrible sensación de miedo invadió mi cuerpo y miré de inmediato a James.
Estuve a punto de decir algo, de tratar de detener lo que le estaba pasando a mi amiga, pero justo en ese momento sentí el miembro de James deslizándose en mi interior. Mis ojos se pusieron en blanco, mis piernas temblaron y un delicioso gemido escapó de mi boca, mientras él me penetraba lentamente, moviendo las caderas con suavidad, obligándome a cerrar los ojos al tiempo en que se levantaba, quedando arrodillado sobre el sofá, sin dejar de cogerme, tomando mis pies para levantarlos y hacer la penetración más profunda.
Mi mirada se dirigió de nuevo a mi amiga, quien lloraba y gritaba desconsolada, brincando sobre un hombre que la sodomizaba, mientras otro penetraba su vagina y uno más usaba su boca para fornicarla con violencia.
Ronnie se paró frente a mi boca, impidiendo que siguiera viendo lo que le ocurría a mi amiga. Puso su miembro erecto sobre mis labios, sonriendo mientras miraba como su personal la violaba.
– ¿Quieres ocupar su lugar? – me preguntó, negué con la cabeza – entonces abre la puta boca, perra.
El sabor a sudor y la forma en que sus testículos rebotaban en mi cara mientras ese animal me cogía por la boca, hicieron que todo el encanto de tener a James dentro de mí vientre se desvaneciera, a pesar incluso de que el guitarrista me embestía con fuerza, haciendo que mis gemidos se ahogaran en el miembro del imbécil que forzaba su verga para entrar hasta mi garganta.
Miré de nuevo en dirección a mi amiga, ella había dejado de quejarse, su mirada lucía perdida, su expresión de dolor había sido sustituida por una de ausencia; brincaba sobre el pene de otro hombre al mismo tiempo que su boca era fornicada por la verga del tipo que nos había llevado a ese lugar.
El miedo comenzó a poblar mi cuerpo: eso no era lo que queríamos, solo queríamos estar con la banda, eso estaba mal. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la fuerza con que James me cogía, mientras sentía cómo su semen llenaba mi vientre con el calor que despedía.
Cuando el guitarrista se retiró de mi cuerpo, lo vi marcharse y dar un par de palmadas al hombre que nos había llevado, mientras él tomaba la cabeza de mi amiga, empujaba su miembro tan adentro como podía y eyaculaba en su garganta. Traté de gritar al ver el estado de mi amiga, cuando estuvo apunto de caer inconsciente, intenté de resistirme a que aquello continuara; pero el miedo me impidió hacer nada mientras Ronnie me penetraba, robándome un grito de miedo, mientras cientos de lágrimas abandonaban mi cuerpo, temerosas de lo que estaba pasando.
Cuando el vocalista eyaculó en mi interior, pensé que todo acabaría, que aquello habría terminado, pues me habían hecho creer que a mí solo ellos me tocarían, o al menos eso fue lo que quise creer. Mis falsas esperanzas fueron completamente destruidas en el momento en que dos hombres se acercaron a mí, tomando los lugares que antes hubieran ocupado mis mal llamados ídolos.
Las horas pasaron mientras un desfile de hombres entraba y salía de nuestros cuerpos. Pasó tanto tiempo y nos violaron tantos hombres, que de pronto me dejó de importar que me usaran como nada más que un pedazo de carne, donde cada uno de ellos se sintió con la libertad de eyacular a su entero placer, manchando mi senos, haciendo que mi vagina y mi ano se desbordaran de su leche. En algún punto dejamos de sentirnos especiales, en algún instante dejamos de pensar que éramos afortunadas de estar ahí.
Cuando todo terminó, el hombre que nos llevó a ese lugar, apareció de nuevo, mirándonos mientras tratábamos de levantarnos, adoloridas, humilladas, con la boca, el ano y la vagina lastimadas, llorando desconsoladas. No hizo el más mínimo intento por suavizar la situación, nos recordó que habíamos firmado un contrato, que no podíamos decir nada de lo que había pasado, que se nos había dado la oportunidad de irnos pero que nosotras nos quisimos quedar.
Esa noche llegué a casa mientras mis padres dormían, no quise despertarlos. Entré a mi cuarto, consciente de que mi cuerpo gritaba de dolor por todas partes. Una dolorosa punzada de vergüenza me atacó cuando observé mi alrededor, mirando con asco la forma en que las paredes de mi habitación estaban forradas con las imágenes de los hijos de puta que acababan de violarnos.
Arranqué cada uno de esos pedazos de papel de mis paredes, tomé cada uno de sus discos, me quité la playera que tenía puesta, bajé a los botes de basura y aventé toda esa mierda ahí, antes de bañarla en alcohol y ver cómo se quemaba. Presencié con un oscuro regocijo la manera en que los que algún día fueron mis héroes, ardían con la misma facilidad que lo hacía toda la mierda que los rodeaba.
Miraba las llamas con detenimiento, pensando en aquellos a quienes horas antes había visto como mis dioses personales, comprendiendo que no eran diferentes a un vago que viola a una mujer debajo de un puente, ni a un imbécil que emborracha a una amiga para cogérsela porque no es bastante hombre para lograr conquistarla. Después de todo y a pesar de lo que yo había pensado de ellos, no eran más terrenales que cualquier otro animal. Ojalá me hubiera dado cuenta a tiempo.
