«…poniéndome de hinojos ante ella, le hago la caricia mañanera…»
CARICIAS DE ORAMÍ, de Jerif Solimán
EL DIVÁN DE AMOR, Colección Afrodita, Barcelona.
Safia y yo, vamos discurriendo por la ciudad. Unos bárbaros han agostado el árbol que daba sombra a la fuente de la calle Felipe; aún así, es un sitio que me gusta mucho porque charlando con los ancianos que lo frecuentan, se me viene a la mente el recuerdo del estanquero Hasán que tenía allí su tienda y que llegó a ser Rey de Orán, hasta la ocupación francesa, después de la cual tuvo la suprema ventura de morir en la Meca.
Esta historia de las Mil y una noches, causa maravilla a Safia; no abre más los ojos, cuando la siento toda desnuda en una butaca de estilo imperio y poniéndome de hinojos ante ella, le hago la caricia mañanera que hacía Erinna la Rhodia a su profesora Safo.
La muy bribona compara hiperbólicamente mi miembro al minarete de la mezquita del Pachá que se eleva estrechándose hacia la cúspide; entonces soltamos la carcajada a un tiempo y es tal nuestro alboroto que uno de nuestros hermanos que duerme bajo la galería se despierta y requiere imperiosamente silencio.
Tenemos sed. La saciamos al llegar a la plaza de Orleans y allí le explico a Safia el significado que fantásticamente atribuyo al escudo de la ciudad de Orán, esculpido en lol alto de la fuente; un león de oro con las fauces abiertas bajo un sol fulgurante también de oro. Mi interpretación no puede ser más arbitraria: el león de oro es el miembro del jerif Solimán y el Sol es el tesoro de Safia!
Así me desquito de la comparación con el minarete. La dulce nena, ha entendido perfectamente la broma; me coge por la muñeca izquierda y aplica acto seguido la palma satinada de mi mano sobre el Sol en cuestión.