«…me gusta que lo hagan, porque me hace saber que esos animales la desean…»
por JANE CASSEY MOURIN. twitter.com/@JCMourin; patreon.com/JaneCasseyMourin; jcmourin.blogspot.com/
Confieso que al principio no me sentí del todo orgulloso de lo que pasó, sin embargo y para sorpresa mía, aquel acto del que fui protagonista y que bien podría entenderse como una abominación, fue solo el comienzo de lo que sería una hermosa historia entre mi madre y yo.
Por aquellos tiempos, papá comenzó a invitar a sus amigos a la casa, todos los viernes se reunían en la sala de nuestro hogar para jugar cartas y emborracharse hasta perder la consciencia de quiénes eran y dónde estaban; una actividad que se hizo costumbre a una velocidad mayor de la que le costó a mi madre asumir que aquello sería parte de nuestra normalidad.
A pesar de lo evidente que era el hecho de que mamá odiaba aquellas reuniones, al preguntarle por qué permitía que aquello ocurriera, en más de una ocasión la escuché decir que prefería que estuvieran en casa a que su esposo se fuera por ahí y la tuviera con la preocupación de que estuviera bien o de que pasara la noche con otra mujer.
Si bien con el paso de las semanas las reuniones se hicieron habituales y se convirtieron en parte de nuestra vida, lamentablemente fue justo durante una de aquellas fiestas de papá cuando todo comenzó a desviarse en una dirección que no auguraba nada bueno.
Como la buena anfitriona que mi madre siempre había sido, cuando teníamos visitas en casa acostumbraba atender a la gente con una gran sonrisa en el rostro a pesar de que no le agradaran demasiado, algo que no fue la excepción con los amigos de papá, pues a pesar de que odiaba tenerlos ahí cada viernes después del trabajo, ponía cierto esmero en preparar algunas botanas y enfriar sus bebidas para complacer a mi padre con el trato que les daba a sus invitados, aún a pesar de que solía mantenerse casi todo el tiempo apartada de ellos, refugiándose en la cocina, tratando de interactuar con esos hombres lo menos posible, pues siendo mi mamá una mujer joven y muy hermosa, aquellos tipos no solían quitarle los ojos de su trasero o de sus senos, independientemente de que la ropa que llevara tapara su encantos por completo. Un tipo de situación que mamá evitaba a toda costa aunque a veces solo le quedaba soportar las miradas lascivas.
Aquellos idiotas eran tan descarados al escanear el cuerpo de mi madre, que incluso yo, siendo un muchachito, me daba cuenta de lo mucho que le molestaba a mamá esa clase de trato y de la poca atención que mi papá le prestaba cuando se encontraban sus amigos en casa. Incluso recuerdo que alguna vez se lo comenté a mi padre con la intención de que les pusiera un alto a esos asnos, sin embargo, por toda respuesta recibí una risotada y una mirada astuta, antes de que me explicara una par de cosas que no hicieron otra cosa que provocarme repulsión y sentir un gran desprecio por el imbécil que en aquel momento me daba cuenta que era mi padre.
– Mira hijo, está bien que miren a tu madre, me gusta que lo hagan, porque me hace saber que esos animales la desean a pesar de que entiendan que jamás la van a poder tener para ellos.
Las desconcertantes y repugnantes palabras de mi padre me acompañaron por mucho tiempo, repitiéndose como un incómodo eco en mi cabeza, llevándome a pensar profundamente en ello, tratando de imaginar hasta dónde podría llegar papá mientras pensara de esa manera, manteniendo esa clase de ideas durante semanas, las mismas en que cada viernes veía a mi madre incómoda al tener que lidiar con aquellos gestos y miradas que se veía obligada a soportar por la obstinación de mi padre con respecto de llevar a esos animales a la casa; sin embargo y a pesar de que mi padre se empeñaba en hacerse pendejo con respecto del trato que sus amigos le daban a mi madre, dado que ninguno había siquiera intentado tocarla, me tranquilizaba el pensar que no se atreverían a faltarle al respeto tratando de meterle mano o algo así, algo que pensé que seguramente se debería al miedo que le tendrían de papá, pues era bien sabido que no era el tipo de persona con la que alguien sensato intentaría meterse.
Lamentablemente y de forma contraria a lo que yo pensaba, todo se fue al diablo justamente el viernes en que papá decidió celebrar su cumpleaños, un día que fue especial para él en más de un sentido, mientras que, tanto para mi madre como para mí, representó lo que fue probablemente el peor día de nuestras vidas.
Aquella noche papá le pidió a mamá que se pusiera un vestido rojo con el que le encantaba verla, pues la falda era mucho más corta de lo que solía usar mamá y el escote era tan pronunciado que bastaría con agacharse tan solo un poco para que todos pudieran ver una gran porción de sus senos; recuerdo muy bien esa charla, la escuché desde mi habitación, la cual estaba a un lado de la recamara de mis padres, mamá al principio no quería ponerse ese vestido y le dijo a mi padre que no quería vestirse de esa forma frente a sus amigos, pero al final las súplicas de mamá no sirvieron de nada ante la actitud impositiva y dominante de mi padre, quien convirtió aquella petición en una orden que mamá no tuvo más remedio que obedecer, dado el inmenso miedo que mi padre le provocaba.
Aquella noche los amigos de papá llegaron un poco más tarde de lo acostumbrado, vestidos con atuendos un poco más cuidados en comparación a como solían ir a la casa, llevando consigo algunos regalos y botellas de licor costosas para celebrar el cumpleaños de mi padre.
La festividad comenzó y de una forma mucho más rápida de lo acostumbrado todos se alcoholizaron más allá de lo normal, a tal grado que de pronto se olvidaron de su juego de cartas y su tema de conversación se desvió hacia las mujeres que habían tenido a lo largo de su vida. Una plática que estaba demasiado cargada de comentarios vulgares y morbosos, que de tanto en tanto se desviaba a examinar las cualidades de las esposas de cada uno de los presentes hasta que de pronto la charla se centró en mi madre, para complacencia de papá quien orgulloso escuchaba los comentarios poco caballerosos que sus amigos le hacían con respecto de su mujer, describiendo las formas de su cuerpo y comentando lo que le harían a mamá si tuvieran una oportunidad.
No pasó desapercibido para el imbécil de mi papá el hecho de que varios de sus amigos se revolvían un poco incómodos en sus asientos, algo que no entendí en aquel momento, pero que con el pasar del tiempo comprendí que se comportaban de esa forma para tratar de ocultar las erecciones que tal clase de plática les habían provocado.
Papá estaba encantado con esa clase de charla, era evidente que le fascinaba el hecho de que sus amigos desearan de aquella forma a su esposa y, como el buen borracho idiota que era, no quiso desperdiciar la oportunidad de pavonearse frente a su séquito de imbéciles, así que en aquel momento mandó llamar a mamá y la hizo sentarse en su regazo, a pesar de la reticencia que ella mostraba y de lo atemorizada que lucía al saber que estaba rodeada de un montón de animales alcoholizados.
Papá no tuvo el más mínimo recato en tocar las piernas de mi madre, ignorando por completo la forma como ella se resistía, manoseando los pechos de mamá y apretándolos con fuerza mientras ella trataba por todos los medios de detenerlo, generando una situación tan incómoda y alarmante que incluso yo me puse de pie y traté de ayudar a mamá, pero por aquel entonces aún era muy joven y no tenía la fuerza suficiente para pelear en contra de mi padre, quien me derribó de un solo golpe en el estómago, un hecho que alertó a mi madre acerca del peligro que corría, pero que no tuvo el más mínimo efecto en mi padre, quien no se guardó nada y sin el más mínimo pudor tomó el escote de mi madre para jalar su vestido hacia abajo, dejando sus senos a la vista de todos sus amigos quienes no perdían detalle de la forma como mi padre le mordía los senos a mamá, ignorando por completo las quejas de esa mujer y los desesperados intentos que hacía por separarse de su esposo, llorando y rogando para que alguien la ayudara. Armándome de todo el valor que no tenía, hice un nuevo intento por defenderla y tomé incluso una botella de vidrió para golpear a papá en la cabeza, pero nuevamente logró detenerme antes de que pudiera hacer algo.
Me cuesta trabajo recordar y tener que narrar lo que pasó después, pero fue mientras estaba en el suelo, horrorizado por lo que ese animal le hacía a mamá, cuando todo se fue al carajo, en el momento en que uno de sus amigos le dio a mi padre la idea que cambiaría nuestras vidas para siempre.
– Te doy dos mil pesos si me dejas coger con tu vieja.
Recuerdo muy bien la mirada aterrorizada de mamá, la forma en que las palabras de ese imbécil la hicieron dejar de resistirse y voltear a verlo mientras el tipo ya tenía el pene de fuera; ella estaba atónita ante tal clase de propuesta y las lágrimas de sus ojos no dejaron de salir en un solo momento, aterrada por la posibilidad que había abierto la propuesta de ese hijo de puta, pues si había algo que mi padre amaba más que a cualquier otra cosa en el mundo, era el dinero.
Fue entonces cuando papá, sonriendo como un imbécil, tomó una de las botellas que estaba a su alcance y obligó a mamá a tomar una cantidad absurda de alcohol, una y otra vez, por varios minutos hasta que la fuerza de mi madre menguó, su cabeza comenzó a balancearse y su mirada se veía perdida en la nada; luego mi padre pronunció las palabras que lo cambiarían todo, trayendo la desgracia a la vida de mi madre y de paso a la mía.
– Dos mil quinientos por cada uno, si quieren coger con ella – dijo el imbécil a quien tuve la desgracia de tener como padre.
Ninguno de sus amigos tardó más de unos pocos segundos en sacar sus celulares y comenzar a hacerle las transferencias necesarias a mi padre para pagar su acceso al cuerpo de mamá.
Me paré desesperado y arremetí en contra de papá, pero nuevamente le bastó con un solo golpe, que en ese caso fue una cachetada, para que me quedara en el suelo, llorando mientras veía cómo acomodaban a mi madre en la mesa, acostada boca abajo y con las piernas colgando por un costado, mientras los amigos de mi padre discutían por quién sería el primero.
Papá sostenía a mi madre de las manos, sentado frente a ella, sin dejar de reírse como un pendejo mientras uno de sus amigos se sacaba la verga del pantalón y después de tocar a mi madre y meterle los dedos, se acomodaba detrás de ella y la penetraba.
Nunca había visto algo como eso, ni tampoco había escuchado a mi madre gemir de la forma como lo hizo, murmurando en un tono apenas entendible para que pararan y la dejaran en paz, pero nadie además de mí le prestó atención.
Fue una tortura escuchar el sonido del cuerpo de ese tipo chocando con el trasero de mi madre, mientras ella era apenas consciente de lo que le estaban haciendo y papá la miraba sonriente, disfrutando de ver cómo otros hombres se cogían a su esposa.
El primero de sus amigos sacó la verga del cuerpo de mi madre y eyaculó sobre su trasero, antes de ser sustituido por otro de esos hombres quien se cogió a mamá aún con más violencia de lo que lo hizo su predecesor, con tanta fuerza que incluso mi madre gemía de una forma aún más sonora mientras algunas lágrimas salían de sus ojos. Ese tipo no duró tanto dentro de ella, me atrevería a decir que apenas pasó de un minuto desde que comenzó hasta el momento en que se vino dentro de mamá.
El último de los amigos de mi padre, le pidió que la soltara para poder recostarla boca arriba, algo a lo que mi padre accedió sin la más mínima objeción; y ese tipo creo que fue quien en realidad disfrutó a mi madre, pues mientras se la cogía le tocaba los senos y se los mordía, besaba su boca metiéndole la lengua al mismo tiempo que la embestía con tanta fuerza como le era posible, pero a diferencia de los otros dos imbéciles, ese animal duró mucho más tiempo, llegando incluso a provocar que mamá gimiera de una forma distinta, pues para aquel momento los sonidos que surgían de la boca de mi madre ya no expresaban dolor o miedo, sino un inexplicable y muy intenso placer.
Esa noche fue la primera vez que vi lo que ocurría cuando una mujer tenía un orgasmo, fue algo difícil de entender para un chico de mi edad, pues mi mamá se agitaba y se abrazaba del hombre que tenía encima mientras gemía y su cuerpo se sacudía en una serie de espasmos que ocurrían uno detrás de otro, sin detenerse por algunos segundos. Él también se vino dentro de mamá y fue con ese tipo con quien la noche terminó, pues poco después los amigos de mi padre se marcharon, dejándolo sentado en una silla, dormido, vencido por los efectos del alcohol, mientras mamá se quedaba recostada sobre la mesa, con las piernas abiertas y colgadas, dejando ver su vagina y la forma como el semen de aquellos imbéciles escurría por entre sus piernas.
Ojalá pudiera decir que aquello solamente fue algo de una noche, que lo que ocurrió en el infame cumpleaños de mi padre no volvió a repetirse, pero lamentablemente y a pesar de las peleas que mis padres tuvieron durante esa semana, de que mi madre incluso abofeteó a mi padre en un par de ocasiones, al parecer el dinero que ganó a costa de su mujer fue lo suficientemente motivador como para que el siguiente viernes sus amigos aparecieran de nuevo en la casa, ante la expresión de terror e indignación con que mi madre los recibió, a quien mi padre miró con un gesto desafiante y autoritario en cuanto sus amigos estuvieron dentro de la casa.
– Tú decides si quieres hacerlo por las buenas o prefieres que te sometamos y te violemos entre todos – sentenció mi padre ante la incrédula e iracunda mirada de mamá, pero aún más sorprendente que las palabras de ese imbécil, fue el hecho de que mi madre, a pesar de estar llorando y de que sus extremidades temblaban visiblemente por el miedo y la impotencia que le provocó estar en esa situación, tomó una botella de tequila de la mesa y se bebió al menos una tercera parte de su contenido, robando con ello sonrisas y gestos lascivos que se dibujaron en los rostros morbosos de los amigos de papá, uno de los cuales, en cuanto mamá se encontró nuevamente borracha como la última vez, la llevó en sus brazos al cuarto de mis padres.
No podía creer que aquello estuviera pasando ni tampoco la actitud tan cínica de mi padre, quien se sentó a beber en compañía de sus amigos, mientras desde la recamara escapaban los lastimeros gemidos de mi madre y el ruido de la cama al estremecerse bajo la fuerza de las embestidas que le daba a mamá el imbécil que se la estaba cogiendo.
No podía soportar lo que pasaba pero no tenía otra opción, me vi obligado a escuchar cómo uno tras otro hacían lo que querían con mamá, mientras papá se emborrachaba hasta no poder beber más alcohol, nuevamente quedando dormido en la silla cuando sus amigos dejaron de usar a su esposa y se marcharon de la casa.
Fue más o menos de esa misma manera como comenzaron a tramitarse los viernes en casa, donde cada vez y sin falta, aquellos hombres pagaban la cantidad acordada con mi padre para cogerse a mi madre borracha, pues nunca accedió a hacerlo sin que estuviera bajo el influjo del alcohol.
Conforme las semanas avanzaron, tuve que soportar los mismos gemidos de mamá, los mismos ruidos propios del sexo, las mismas palabras que esos hombres le decían y la misma actitud del hijo de puta de mi padre quien no hacía lo más mínimo por frenar a sus amigos, quienes continuamente dejaban a mi madre tan adolorida que al otro día apenas reunía la fuerza suficiente para ponerse de pie.
Nada cambió durante un par de meses, ni siquiera un poco, hasta que llegó el día de mi cumpleaños y recibí algunos sobres llenos de dinero de parte de mis abuelos y de algunos de mis tíos, una cantidad considerable, un montó tan grande como jamás lo había tenido en mis manos, que me hizo pensar qué sería lo que haría con esa cantidad de dinero y, para mi sorpresa supe de inmediato qué era lo que quería: compraría un viernes de calma para mamá, un día en el que no tuviera que escuchar a mi madre siendo objeto de la morbosidad de esos hijos de puta.
Recuerdo bien que el siguiente jueves hablé con mi padre por la noche y le dije que yo le daría diez mil pesos con la condición de que sus amigos no fueran el siguiente viernes y que él no llegara esa noche a casa. La cara de mi padre fue un poema, pues no podía creer que tuviera tal cantidad de dinero en mis manos, mientras atónito estiraba la mano para coger el dinero, pero no logró hacerlo antes de que yo lo retirara.
– Te lo daré mañana cuando te vayas a trabajar, y a cambio me dejarás las llaves de la casa, quiero asegurarme de que no vendrás y que tampoco lo harán esos idiotas.
Papá me miró desafiante por un segundo tras escuchar mis palabras, pero luego asintió con una sonrisa y se fue a acostar a su alcoba, mientras mi madre continuaba haciendo sus cosas en la cocina, algo que por aquellos días le tomaba más tiempo, tanto que solamente solía subir a su recamara hasta que mi padre ya se encontraba dormido.
Al siguiente día, me levanté temprano para irme a la escuela y cuando lo hice mi padre ya me esperaba en la puerta de mi cuarto, con las llaves de la casa en la mano y vestido de la forma apropiada para irse a trabajar. Sin tener nada más que esperar, me paré de inmediato y caminé hacia él después de sacar el dinero de donde lo tenía escondido, para dárselo inmediatamente, garantizando de esa forma que aquella noche no lo vería ni a él ni a sus bastardos amigos.
– Diviértete con tu madre, hijo – dijo con ironía – yo no me trago eso de que no le vas a hacer nada a esa zorra – sentenció mientras daba media vuelta y salía de mi habitación, dejándome atrás, enfurecido por sus palabras, atónito al darme cuenta de lo imbécil que era ese hijo de puta.
Ojalá que las palabras de mi padre hubieran sido llevadas por el viento y desvanecidas en el olvido, pero lamentablemente no ocurrió de esa forma, pues a pesar de que sus palabras fueron tan pocas, estaban llenas de significado, de una implicación que me molestaba con tan solo pensar en ella, ¿Cómo se le ocurría a mi padre que yo querría hacer algo así con mi madre? Me preguntaba indignado, sin embargo, fueron justamente aquellas palabras las que capturaron mi atención por toda la mañana y parte de la tarde mientras me encontraba en la escuela, fueron esas palabras las que me llevaron a imaginarme en el lugar de aquellos hombres que habían estado con mi madre, que se la habían cogido en tantas ocasiones en contra de su voluntad.
Me asusté de mis propios pensamientos, de la reacción que tuvo mi cuerpo al pensar en llevar a cabo tal clase de abominación, de sentir entre mis piernas la dureza de mi miembro y saber que esa erección la había provocado justamente lo que estuve pensando acerca de mamá, llevándome hasta tal extremo que la culpa estuvo a punto de conducirme al llanto, ¿Qué fue lo que ocurrió conmigo para que me planteara hacer tal cosa?
Al salir de la escuela caminé a casa con la cabeza baja y con pasos tan lentos y calculados que era evidente que no quería volver a casa; no obstante, tarde o temprano llegué a mi hogar y me dejé envolver por el olor de la comida que mamá había preparado, entrando en la cocina para encontrarme con una mujer que había perdido la chispa de alegría que en otro tiempo la definía, una madre que me miraba con una sonrisa triste en los labios y se esforzaba demasiado por aparentar que todo estaba bien, cuando en realidad era claro que se estaba destruyendo por dentro poco a poco, viéndose obligada a hacer algo que no quería dado el miedo que le tenía a mi padre, algo que evidentemente le estaba pasando una factura muy costosa a su cuerpo y a su vida.
Ambos nos sentamos a comer en silencio, como acostumbrábamos hacerlo desde meses atrás, desde que toda la mierda de mi padre nos cobijó en los brazos de la miseria que mamá y yo nos veíamos obligados a vivir cada semana.
– Hoy no vendrá nadie a la casa, mamá: no vendrá papá, ni tampoco lo harán esos idiotas, al menos por hoy, no tendrás que… – no tuve el valor de terminar aquella frase así como tampoco pude ver a mi madre a los ojos.
– ¿Cómo sabes eso, hijo? ¿Tu padre te dijo…?
– Le pagué a papá para que se mantuviera alejado por hoy de aquí, vendrá hasta mañana y esos idiotas no vendrán hoy a la casa – dije, apenado y triste por la situación en que mi madre se encontraba, sin esperar que ella se levantara de una forma temerosamente abrupta y me abrazara con inusitada fuerza, llorando mientras lo hacía, dándome las gracias y permaneciendo un largo rato de esa forma hasta que de pronto se separó y al fin pude ver una sonrisa honesta en su rostro, mientras una vez más me agradecía tal clase de gesto.
Esa tarde fue muy diferente de cualquier otra que hubiera tenido con mi madre, vimos algunas películas, comimos palomitas y jugamos juegos de mesa, divertidos, sabiendo que estaríamos seguros por algunas horas, al menos hasta que el día siguiente llegara.
La noche cayó sin que apenas nos diéramos cuenta, la habíamos pasado demasiado bien los dos juntos, pero me di cuenta de que algo en mi madre no estaba del todo bien, pues continuamente miraba el reloj, cada vez con más frecuencia en la medida en que la hora a la que papá solía llegar se acercaba.
Cuando aquello fue más que evidente, abracé a mamá con fuerza, haciendo que acurrucara su cabeza en mi pecho, tratando de que se calmara, que su ansiedad se redujera, después de todo mi padre había hecho un trato conmigo y a pesar de que lo odiara por lo que le hacía a mi madre, ese imbécil solía cumplir su palabra, no obstante, esa idea no hizo que mi madre se relajara.
– Hijo, te molesta si me tomó un trago, estoy muy nerviosa, si quieres puedes tomarte uno conmigo, pero solo uno ¿Vale?
– Está bien, mami – dije sonriendo, al saber que estaríamos a salvo, que estando conmigo mi madre estaba segura.
Nunca había tomado alcohol y al ver lo que esa porquería solía hacer con mi padre, decidí cumplir la promesa de solo tomarme uno, algo que fue una muy buena decisión pues bastó un solo trago para hacer que me mareara y viera el mundo de una forma como jamás lo había visto; sin embargo, a diferencia de mí, mamá no solamente se tomó un trago, por el contrario, no dejó de beber por un largo tiempo, mientras hablaba de lo malo que era mi padre, de lo humillada que la hacía sentirse cada vez que esos tipos se la cogían, de lo mucho que extrañaba hacer el amor con un hombre y no solamente ser usada como depósito del semen de los animales que pagaban por estar con ella.
La noche avanzó sin que mamá dejara de hablar de aquello y sin que lo poco que me tomé lograra salir de mi sistema a pesar de que no había ingerido más alcohol que aquel único trago que me tomé.
– ¿Sabes algo hijo? Ojalá que tu padre fuera más como tú, un hombre decente, un caballero – decía mi madre con la voz entrecortada – alguien que gaste su dinero en proteger a su dama y que no disfrute de ver cómo se la cogen otros hombres, tú sí eres un hombre, hijo – mamá se acercó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro mientras ambos estábamos sentados en el sofá principal de la sala. Yo la abracé por los hombros pensando que aquello seguramente le estaba sirviendo para desahogarse – en serio, no sabes lo que yo hubiera dado para que un hombre como tú fuera mi hombre, un chico tan lindo, tan atento, tan guapo – mamá me dio un beso repentino en los labios, algo que me hizo mirarla mientras dejaba su trago en la mesa de centro, teniendo sus ojos cerrados a la vez que me daba pequeños besos en mis mejillas y en la comisura de mis labios.
– Mamá ¿Qué estás haciendo? Detente, por favor, soy tu hijo, yo no…
– No, no me voy a detener – dijo entre los besos que le daba a mis labios mientras su boca se desplazaba hacia mi cuello y continuaba besándome de esa forma – necesito sentirme amada, necesito saber que aún hay alguien en el mundo que pueda hacerme el amor, que pueda quererme como merezco que me quieran, por favor, hijo, no lo pienses, solo déjate llevar, hazlo por mí, te lo ruego, no te apartes de mí, no me dejes pasar esta noche sola en mi cuarto, te lo ruego – susurraba mamá, suplicante, sin dejar de besarme, posando su mano en mi pecho, bajándola lentamente para acariciar mis piernas hasta llegar a mi miembro aún dormido, ante la sorpresa que mi madre me provocaba con su actitud.
Me sentía temeroso, confundido al pensar en que, por un lado, todo me decía que debía levantarme y marcharme de ahí, ponerle un alto a algo que de ocurrir no podría enmendarse de ninguna forma; pero por otro lado, no podía negar el deseo que sentía por mi madre, por sentir lo que esos hombres sintieron al estar con ella, una inquietud que nació con las palabras que mi padre me dijo aquella mañana y que se nutrió con los infames pensamientos que tuve durante el resto del día, ideas que me invitaban a quedarme justo en ese lugar y a dejar que las cosas ocurrieran, con la mujer más hermosa que jamás había visto, sin importarme que se tratara justamente de mi madre.
Mi pensamiento se borró de golpe cuando sentí los labios de mamá sobre los míos y su lengua entró en mi boca, experimentando sus caricias y la forma como nuestras lenguas se movían en un vaivén que me hizo dejar de pensar, que me llevó a tomar a mi madre de la nuca, besarla como nunca antes había besado a una chica mientras sentía su mano tomando mi pene para comenzar a acariciarlo de esa forma tan suave y excitante, a la vez que sus besos subían poco a poco de intensidad, haciendo que pusiera los ojos en blanco, que me dejara llevar y mis manos comenzaran a acariciar el cuerpo de mi madre, que una de ellas se metiera por su escote para tocar sus senos y sentir su calidez y suavidad, mientras mi otra mano acariciaba sus piernas, de una forma titubeante en el camino al interior de su vestido, dejando que se perdiera ahí hasta encontrarse con la calidez y la humedad que ya estaba impregnada en sus bragas, antes de hacerlas a un lado para tocar sus labios, suavemente, sintiendo un estremecimiento cuando escuché sus gemidos escapando de su boca y ahogándose en la mía, mientras la acariciaba y ella me masturbaba de una manera tan sabrosa que me costaba poner atención a todo lo que estaba pasando al mismo tiempo.
Mamá se separó de pronto provocando que me sobresaltara y pensara que aquello había terminado, que de pronto había recuperado la razón y que no iríamos más allá, sin embargo y para sorpresa de mis estupefactos ojos, mamá se puso de pie frente a mí, con algo de dificultad pues le costaba un poco de trabajo mantener el equilibrio.
Fue una maravilla ver al forma como se despojaba de su vestido, dejando que cayera en lo que parecía haber sido una caricia que recorrió todo su cuerpo, para luego deshacerse de su corpiño y finalmente de sus bragas, antes de regresar a mi lado y besarme con intensidad mientras tomaba mi mano y la llevaba a su concha completamente mojada, en la que entraron mis dedos con suma facilitad.
– Es el momento, hijo, hazme el amor, regresarme la confianza en que existen hombres buenos, por favor, hazme el amor, te lo ruego – suplicó mi madre en un susurró, al borde de las lágrimas, haciendo que un escalofrío me atacara al ser consciente de la necesidad que esa mujer tenía de ser amada.
Sin saber muy bien lo que hacía, me desvestí tan rápido como pude y luego coloqué mi cuerpo encima de mi madre, pero era muy joven aún y nunca había estado con una mujer, por lo que mi madre me sonrió con ternura, tomando mi miembro para acariciarlo un poco antes de poner su mano en mi espalda y empujarme a su cuerpo hasta que sentí por primera vez el contacto de mi pene con su vulva, un primer encuentro cálido y húmedo que hizo que mi madre gimiera antes de cerrar los ojos, mientras empujaba mi cuerpo hacia el suyo y con ello metía mi pene en su vientre.
No puedo describir el inmenso placer que sentí cuando al fin estuve dentro de mi madre, de pronto entendí porque los hombres pagaban pequeñas fortunas por estar con una mujer hermosa, de pronto el cosquilleo en mi miembro y las reacciones que se presentaron a lo largo de mi cuerpo, me hicieron comprender la razón de que aquellos hombres se obsesionaran con mamá, pues era maravilloso estar dentro de ella, era un poema sentir la fuerza con la que sus labios apretaban mi pene, la manera como movía las caderas y escuchar cómo gemía sin detenerse, mirar la forma como sus ojos se ponían en blanco y sentir sus piernas empujando mi cintura para que la penetrara a mayor profundidad.
No soporté controlarme por más tiempo, dejé que mi peso cayera sobre su cuerpo y comencé a sobar sus tetas, apretándolas con fuerza, pellizcando sus pezones mientras mis labios buscaban los suyos y nuevamente nos besábamos de esa forma tan adulta y excitante como solo mi mamá sabía hacerlo, sintiendo cómo mi pene se hundía en su cuerpo una y otra vez acompañado de la apretada caricia del vientre de mi madre.
– Hazlo más rápido, hijo, hazlo con más fuerza, ¡Ahhh! ¡Ahhh! Así mi amor, así ¡Ahhh! ¡Ahhh!
Gimió mi madre mientras mis caderas se movían tan rápido como podía moverlas, a la vez que me deleitaba con el sonido de nuestros cuerpos colisionando una y otra vez entre ellos, de forma simultánea a la excitante y deliciosa forma como mamá y yo nos besábamos, a la vez que acariciamos el cuerpo del otro, entregados por completo al amor que sentíamos, expresado en cada uno de nuestros movimientos, en los gemidos que escapaban de nuestras bocas, nuestros besos y las caricias que le brindábamos a nuestros cuerpos.
– ¿Puedo venirme adentro de ti, mami? – pregunté al sentir que la explosión de semen era inminente.
Por toda respuesta mi madre abrazó mi cintura con sus piernas y me llevó a ella para seguir besándonos, mientras mi pene persistía en su labor, hundiéndose una y otra vez en el cuerpo de mamá, robándole gemidos sonoros, haciendo que se sacudiera, que moviera sus caderas mientras gritaba desaforada.
– ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Me voy a venir, hijo! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
Las oleadas de placer que acompañaron a mi eyaculación se vieron complementadas con la forma como mamá se contorsionaba al sentir la llegada de su orgasmo, gritando mientras se abrazaba con fuerza a mi cuerpo, estirando su cabeza hacia atrás mientras me tomaba de la nuca y me dirigía a sus senos, los cuales besé con ansiedad, sin detenerme por varios minutos, sin querer separarme de ellos.
– Eres un hombre maravilloso, hijo – dijo mamá con la respiración agitada – hiciste venir a mami, eso merece una recompensa, mi amor – dijo, un segundo antes de hacer que me levantara de su cuerpo y me sentara en el sofá, para luego mirar embelesado la forma como mamá se arrodillaba frente a mí y se metía mi pene en la boca, devorando cada gota de semen que encontraba a su paso, lamiendo mi miembro, succionándolo con fuerza, moviendo su cabeza para hacer que entrara y saliera rápidamente hasta que nuevamente estuvo erecto, tan duro como lo había estado cuando le hice el amor a mi madre por primera vez.
– Espero que estés listo para mí, hijo, porque esta noche será muy larga – advirtió mi madre antes de regresar a lo que hacía con mi miembro, mamándolo con tanta energía que en poco tiempo logró hacerme llegar de nuevo, dejando que me maravillara nuevamente con la forma como se comía todo mi semen hasta no dejar un solo rastro, antes de levantarse y sentarse sobre mí con las piernas abiertas, de frente, haciendo que nuevamente le mamara las tetas, que me perdiera en la sensación que sus senos provocaban en mi boca, en su sabor y en el sonido de los gemidos que escapaban de su garganta, mientras ella restregaba su vulva sobre mi flácido miembro que en poco tiempo volvió a despertar y se enterró naturalmente en el vientre de mi madre, haciendo que reanudara una vez más sus gemidos, moviéndose sobre mí como si la vida le fuera en ello, sin perder la oportunidad de besar mis labios o de dejar que me comiera sus senos.
Era una delicia lo que sentía, un placer inmensurable el hacer el amor con esa mujer, una delicia que se extendió por un par de horas más, en las que nos trasladamos a su habitación donde le hice el amor hasta quedarnos dormidos, en la misma cama que compartía con el hijo de puta que era mi papá, la misma en que fue violada por esos hombres cada semana durante varios meses.
La mañana siguiente comenzó con una llamada de teléfono que mamá contestó apresurada, con un gesto de temor en el rostro, supongo que pensando que sería mi padre quien la llamaba al haber llegado temprano a casa, esperando afuera a que lo dejáramos entrar; sin embargo, poco después de que contestó y una voz se escuchó del otro lado de la línea, el rostro de mamá se relajó e incluso creo que pude ver el atisbo de una sonrisa dibujándose en sus labios antes de escuchar su voz, contagiada de un apenas disimulado tono de satisfacción.
– Está bien, iré en cuanto pueda, gracias por llamar – dijo, antes de cortar la llamada y que su mirada se encontrara repentinamente con la mía, en medio de un gesto que no supe definir del todo, pues al analizar su rostro podía distinguir al mismo tiempo una sonrisa reprimida en conjunción con la imagen de sus ojos nublándose poco a poco por las lágrimas.
Mamá no dijo nada por unos momentos, solamente se sentó sobre mi cuerpo y aprovechando la erección con la que había despertado, se introdujo mi miembro en su vientre y comenzó a moverse, poniendo sus manos en mi pecho mientras yo acariciaba sus piernas, gimiendo casi de inmediato al sentir cómo mi madre bailaba sobre mi cuerpo de una forma completamente diferente a como lo hizo por la noche, con más entusiasmo, me atrevería a decir que incluso con mayor alegría en su mirar.
Ella dejó caerse hacia el frente permitiendo que sintiera cómo sus senos se embarraban en mi pecho mientras me besaba, antes de abrazarme y mover su boca en dirección a mi oído, para susurrarme las palabras con las que comenzaría una nueva vida tanto para mi madre como para mí.
– ¡Ahhh! ¡Tu papá tuvo una pelea ayer, quiso cogerse a la esposa de uno de sus amigos! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Pero al parecer estaba muy borracho y su amigo le pegó muy fuerte! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahora está muerto! – sus caderas se movieron con más energía mientras sentía cómo mi verga se ponía aún más dura al escuchar las palabras de mamá – ¡Ahhh! ¡Ahora solamente seremos tú, yo y la pensión que nos dejó tu padre, mi amor! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahora podrás hacerle el amor a mamá cuando quieras, cariño! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡A partir de hoy tú serás mi hombre y yo seré tu mujer!