«…le pregunté si iba a entrar, su respuesta se naturalizaba por el tono: «Claro»…»
por PEDRO M. GONZÁLEZ CÁNOVAS
Se contorneaba con descaro caminando delante de mí por la oscuridad nocturna de la calle. Faltaba iluminación, pero aquel cuerpo femenino iluminaba mi imaginación y me acompañaba hasta hacer más corto el trayecto hasta casa. Justo cuando sacaba las llaves, observé que se paraba allí y se quedaba justo en la puerta. Pedí permiso, abrí, y le pregunté si iba a entrar, su respuesta se naturalizaba por el tono: «Claro», dijo.
Escolté aquellas caderas hasta el ascensor y, mientras esperábamos, se quitó los zapatos de tacón mostrando alivio, y después de dedicarme una amplia sonrisa, ayudándose inicialmente de las manos, vi caer sus braguitas en aquellos maravillosos tobillos. Fue justo entonces cuando me desperté, presa de una tremenda excitación. No pude evitar masturbarme con unas imágenes que seguían tan frescas en mi cabeza. No entiendo de dónde salió aquella desconocida o qué hacía esperando un ascensor, cuando no hay en el edificio donde vivo, pero eso fue exactamente lo ocurrido.
Esta tarde regresa Luna de su viaje, espero que no llegue muy cansada. Es la primera noche que pasamos separados.