Miss Torso

«…Esta noche, lo que me pidas, ya te lo dije -me contestó con voz de Jessica Rabbit…»

por TEODORO NDOMO

Sentado a la tablet, sin ningún rumbo fijo, hacía scroll revisando lo último que había escrito en el Sweetagram. Lo último en red social de contacto. Realmente solo era sexo digital. El leitmotiv de esta red peculiar era la satisfacción individual a través del sexting, combinando texto con imágenes, videos, todo lo que quisieras y quisieran, con la idea de que nunca se quedaría grabado en ninguna nube o similar. De todas formas, creo que sabían que nadie iba a ofrecer su cara, por lo que colocaron sticker random que ocultaban tu cara, incluso en movimiento. Una forma de prevenir que alguien grabara las sesiones de alguna manera. 

Leído el texto que quería poner para iniciar la sesión, pulsé “ok” y esperé.

Solo había puesto: “Hola. Me llamo Jeff y necesito una luz en tu ventana”. Tan simple, como estúpido, pensé, queriendo evocar al clásico.

Normalmente, al poco de enviar, si la conexión es buena y hay gente dispuesta con los parámetros que hubieras marcado, es fácil que suenen los primeros avisos para elegir pareja o grupo.

Esa noche sabía que debería tardar. Solo había puesto: 40 años y Curvy.

un par de minutos más tarde, me sentí imbécil con la luz del salón apagada y los pantalones a medio bajar.

Así que dejé la tablet a un lado para incorporarme y caí en la cuenta de que la cortina estaba abierta lo suficiente como para haber sido pillado infraganti.

Cuando fui a cerrarla, me extrañó la figura de enfrente. Bueno. Extrañarme, no es la expresión correcta. En el edificio de enfrente, una ventana con la luz intermitente, una figura a contraluz…¿desnuda?. Seguro. Desnuda.

Dejó la luz encendida, significado de que me miraba y que había conseguido el objetivo de que prestara atención. Acto seguido, sonó el aviso en la aplicación de la tablet.

Aún perplejo por la coincidencia, fui hacia la tablet y leí la respuesta a mi frase: “Siéntate frente a tu ventana a oscuras y vete escribiendo mientras me gozas”.

Aplicado y dispuesto, acudí a la cita. Esta vez me senté lo más cómodo posible en mi sillón de orejas para leer. Y lo más cómodo que me sentí fue con el batín de raso únicamente. 

Tablet en mano escribí: “Estoy ya. Espero que me hagas sufrir y que manche bien el sillón desde el que te veo”.

A lo que contestó: “Querido, nunca vas a olvidar esta noche. Pídeme lo que quieras y cuanto quieras”.

Solo con esa respuesta empalmé con una ligera punzada de dolor agradable.

La silueta casi desapareció de la ventana, pero realmente es que se estaba poniendo en posición para que mirara por la tablet. De nuevo un aviso en la app me hizo prestar atención y poder ver lo que no ofrecía por la ventana. Un imponente culo se mostraba en mi recién estrenada tablet con 4K de resolución que estaba bien amortizada con lo que me esperaba esa noche, pensé.

¿Te gusta el cuero por lo que veo?

Te lo pregunto yo a tí, -contestó ella. ¿Te gusta mi cuero?

– Enséñame más. ¿Te puedo llamar Miss Torso? -me atreví a preguntar.

Esta noche, lo que me pidas, ya te lo dije -me contestó con voz de Jessica Rabbit.

Y comencé a menear con la izquierda mi cimbel, dispuesto y dirigiendo su mirada a la ventana, dejando libre la derecha para ir escribiendo ayudado por el predictor ortográfico.

– Si estuviera junto a tí, te daría azotes. ¿Eso es parte de lo que te puedo pedir también?

– Jeff, te voy a hacer una pregunta -hubo dos segundos de silencio y vi como se incorporaba en la ventana, ofreciendo la silueta de nuevo.

Sonó un restallido.

Una de sus manos se apoyó en el cristal de la ventana mientras vi por la tablet de reojo que ella no estaba sola. Una mano sostenía una pala que había provocado el inesperado sonido.

– ¿Miss Torso, no está sola?

– ¿Importa?

– A mí no. Al contrario

– Voyeur.

Hoy sí. Sin duda.

Ver la silueta me ponía cachondo. Ver por la tablet el plano que ella quería ofrecer era tener multicámara que no iba a desaprovechar.

Di rienda suelta a mi imaginación y me atreví a pedir más.

Él iba con la cara tapada al más puro estilo verdugo, acompañado de un mostacho a lo Pantuflo que le daba un toque gracioso aunque inquietante. Ella con máscara completa hasta el cuello, dejando fuera solo un largo postizo pelirrojo. Aretes en los pezones.

– Tu amigo, que se prepare la verga para que se la chupes.

Y Miss Torso se arrodilló. 

La silueta cambió. Verdugo en pie mientras le agarraba la cola del postizo que se movía al ritmo de la mamada. Dejé de prestar atención a la tablet y me centré en la penumbra de los títeres que manejaba.

Date la vuelta y que te penetre fuerte. Que te cabalgue sin pausa.

Habían activado el sonido y me llegaba a través de los auriculares. Los gemidos eran pura alegría para mis oídos, para mis sentidos. Se me erizaba la piel cuando escuchaba el golpeteo en las nalgas.

– Vuelve a metértela en la boca y vete preparando tu culo.

Miss Torso estaba en todo. Dispuso un generoso dildo anal para acomodar la embestida que preveía.

Sí, esto sí que tuve que verlo en la tablet. Había decidido, además, parar de bombear para no correrme aún.

No tuve que ordenar nada. Cuando ella lo ponderó, decidió que la penetrara su amigo, profiriendo un sonido animal que dio el pistoletazo para que volviera a menear mi miembro.

Ata algo a los pezones.

Y la oí gritar de manera ascendente a medida que su bigotón amigo tiraba de ella mientras seguía rompiéndole las nalgas.

¿Vi sangre en la tablet? Sí. Estaba viendo sangre que se escapaba de cada pezón.

No tenían necesidad alguna de hacerse daño de esa manera aunque yo se los hubiera pedido.

– Deja ya los pezones. Prefiero que te agarre del cuello.

– No querido Jeff. No te preocupes. Te dije que lo que quisieras.

Perplejo con la respuesta, comencé a no sentirme tan cómodo. El verdugo agarró también el cuello y llegué a oir el sonido de asfixia de ella. Yo solo me refería a agarrarla, no apretar tanto.

Rápidamente insistí.

– ¡Que pare, que te va a asfixiar!, -ordené.

– No querido, ahora no.

¿Quién había hablado? El verdugo no podía emular la voz femenina de Miss Tosco.

Ya no puedo parar querido amigo.

Sangre por los pezones, sangre que goteaba por su entrepierna, grito asfixiado. 

– ¡Para animal!¡Paraaaa!

Y se apagó la luz en la ventana. El brillo de la tablet me angustió. Cobarde, quise ver de reojo qué me ofrecería el 4K. 

Efectivamente. Noté hasta el último estertor con la mano del verdugo al cuello de Miss Torso.

¡Hijo de la Gran Puta!, -escribí.

¿Yo?¿estás seguro que no fuiste tú con tus órdenes? -escuché por los auriculares la voz de Miss Torso.

¡Coño Miss Torso, estás loca!, -respiré con alivio.

Ella ya no está Jeff. La mataste tú. Hicimos lo que querías.

Mierda.

Bajé lo más rápido que pude y localicé el piso al que correspondía la ventana. Pulsé insistente. 

– ¿Diga?

– ¿Miss Torso?

– Está equivocado señor, –escuché a una abuela.

– Por favor, no se ría de mí.

– No hijo, no tengo ganas ya de reirme de nadie.

– ¿Puede asomarse a la ventana, por favor?

– Claro mi niño.

Y se asomó. Y no era Miss Torso ni por casualidad. 

– ¿Me permite subir? Sé que es tarde, pero debo preguntarle algo importante.

– Claro mi niño.

Y subí.

Y llegué al piso 3º-6ª. Toqué el timbre. Y me salió la señora en guatiné muy agradable.

– Pasa, tranquilo.-

Y pasé. La señora transmitía tranquilidad. 

Reconocí el salón por la tablet. 

– Y dime Jeff, ¿para qué querías venir?

Supe que había muerto desde que me nombró. Caí muerto cuando el verdugo terminó de asfixiarme.

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