«… pero eso no me importaba, solamente estábamos ella y yo, solamente quería sentir …»
por JANE CASSEY MOURIN. twitter.com/@JCMourin; patreon.com/JaneCasseyMourin; jcmourin.blogspot.com/
Siendo profesor en una escuela privada, es muy común tener que lidiar con muchachos que creen que pueden saltarse las normas y salirse con la suya; no era extraño que al llegar los exámenes se acercaran a mí algunos hijos mimados hijos de papá, acostumbrados a obtener todo con dinero, ofreciéndome cosas costosas o en el caso de algunas chicas, ofreciéndose a sí mismas a cambio de una calificación aprobatoria.
En todos los años que llevaba de carrera docente, nunca había accedido a ello, jamás se me había siquiera ocurrido caer en algo que yo mismo consideraba bajo y repugnante por lo que nunca me vi tentado a aceptar alguna clase de trato de esa naturaleza; sin embargo, esa dureza moral y ética, solamente duró hasta que conocí a Leslie, una chica sumamente hermosa, como ninguna otra que hubiera visto antes, de ojos azules y piel blanca, con el cabello rubio y una figura que hacía que alumnos y maestros la miráramos cuando se cruzaban en nuestro camino; sí, era una tentación vestida con su falda a cuadros y la blusa blanca abotonada que completaba el uniforme de la prepa.
Todo comenzó con los exámenes finales del cuarto semestre, las matemáticas rara vez eran el fuerte de algún chico y generalmente era la materia con un mayor nivel de reprobados en cada semestre, por lo que siempre redondeaba las décimas hacia arriba, tratando de ayudar a los muchachos a que no reprobaran mi materia, aunque en ocasiones ni siquiera tal clase de ayuda lograba salvarlos, como fue el caso de Leslie, quien sacó dos puntos sobre diez, aunque en realidad había obtenido solamente un punto y medio.
Esa tarde, después de pegar las calificaciones fuera de mi oficina, varios alumnos trataron de sonsacarme para que les subiera la calificación y era de entenderse que lo hicieran pues de no lograrlo irían a extraordinario, un examen que sería realmente muy difícil pues abarcaría todos los temas que se vieron en el semestre, muchos más de los que se abarcaron en el examen final; sin embargo, para desgracia de aquellos desafortunados, ninguno logró que su calificación mágicamente se transformara en el mínimo aprobatorio.
Esa tarde subí las calificaciones al sistema, me puse mi saco y tomé mis cosas antes de salir de la oficina, caminando luego por los pasillos mientras escuchaba las últimas y desesperadas suplicas de algunos alumnos para les obsequiara lo que les ayudara a pasar, sin que lograran algo con ello.
Salí de la escuela, atravesé la calle para subir a mi auto y por fin ir a casa a descansar después de un día largo, tal vez ver una película acompañado de mi esposa o conversar acerca de nuestros respectivos días; no obstante, justo cuando estaba guardando mis cosas en la cajuela, escuché la dulce, tierna e infantilizada voz de Leslie, hablándome desde un costado del auto.
– Hola, profe – me saludó, provocando con ese simple gesto que mi piel se erizara.
– Hola, Leslie – contesté, tratando de ocultar lo nervioso que me ponía cuando la tenía cerca de mí, haciendo un esfuerzo pro fingir que tenía el control de la situación – déjame adivinar, quieres que te suba la calificación.
Leslie soltó una risilla traviesa con la que nuevamente me erizo la piel, antes de hablar nuevamente con esa voz infantil que tanto me excitaba.
– ¡No profe! ¡Claro que no! De todas formas no tendría caso intentarlo, seguramente ya subió las calificaciones.
– Así es, antes de salir de la oficina – contesté, sonriendo como estúpido antes de darme cuenta de lo que hacía y recomponía mi gesto – pero si no quieres eso, entonces ¿Qué se te ofrece?
– ¡Ay profe! ¡Me da mucha pena! Pero ¿Podría prestarme algo de dinero? Es que el conductor de mi papá tuvo un accidente y no vendrá por mí y justo después de que hablara con papá, me quedé sin batería y no puedo pedir un Uber, entonces necesito algo de dinero para un taxi, ¿Podría, por favor?
Un estremecimiento general me recorrió todo el cuerpo cuando vi el rostro suplicante de esa chica, con sus ojos brillantes y sus labios tiernos, los mismos que eran víctimas de la presión que sus dientes ejercían sobre ellos, en un gesto de fingida ternura que estaba impregnado por todos lados de de una excitante energía lasciva. Aún el día de hoy me es difícil creer que me hubiera atrevido a tanto, que esas palabras hubieran salido de mi boca.
– Pues no traigo mucho dinero, pero si quieres te puedo llevar a tu casa – le dije, nervioso y excitado, mirando cómo se dibujaba una sonrisa en sus labios y su rostro se contorsionaba en una expresión traviesa.
– ¡Muchas gracias profe! – dijo la chica, subiéndose de inmediato al carro, como si aquello ya lo tuviera planeado.
Me tardé un momento más haciéndome pendejo en la cajuela, tratando de que la erección que tenía bajo el pantalón disminuyera un poco, mirando a mi alrededor para asegurarme de que nadie viera que esa chica se había subido a mi carro, pues no quería tener problemas.
Arrancamos minutos después mientras los nervios me consumían poco a poco y veía como la falda de esa chica se iba subiendo cada vez más, a la vez que me hablaba de alguna cosa de la escuela sin importancia, hasta que logré recuperar la compostura y comencé a ponerle atención a lo que decía.
– ¡Ay, profe! ¡No sé cómo le voy a hacer para pasar el extraordinario! Su materia es la única en la que tengo problemas.
– Pues no te quedará nada más que estudiar, Leslie, no hay más.
– Si, vale profe, pero yo solita no voy a aprender más de lo que no pude aprender con usted – me dijo, nuevamente con ese maldito tono infantilizado que me hacía erizar la piel y despertaba nuevamente mi miembro – ¿No podría usted echarme una mano? Quiero decir, ayudarme a estudiar, ¡Ándele profe! ¡Porfa! Es que si estudio yo solita voy a tronar y me van a regañar en mi casa, le prometo que le voy a poner mucha atención y que voy a estudiar también en casa todos los días ¿Vale? – una de sus manos se posó en mi pierna, muy cerca de donde mi miembro se apretaba en contra de mi pantalón, mientras su otra mano se posaba en mi hombro, acariciando mi cuello con sus dedos, un gesto que me puso sumamente nervioso, pero que era tan placentero que no me atreví a detenerlo.
– No sería justo para tus compañeros – dije, después de aclararme la garganta, tratando de sonar lo más impasible que pude mientras sentía la creciente erección de bajo de mi pantalón, amenazando con llegar a la mano de esa chica.
– ¡Ay profe! Pero yo no voy a decir nada, es más – su mano en mi pierna se desplazó un poco hacia arriba, lo justo para llegar a mi miembro con sus dedos y comenzar a acariciarlo por encima del pantalón – yo no voy a decir nada acerca de lo que pase en nuestras sesiones de estudio, profe, y le prometo que haré todo lo que usted me diga – su mano se desplazó aún más, acariciándome con movimientos tan descarados que comencé a sentir las oleadas de placer que tales caricias me provocaban – y si quiere podemos comenzar a estudiar desde ahorita – dijo la chica mientras, en contra de todo lo que me dictaba la ética y la moral, daba vuelta en una calle donde ambos lados estaban ocupados por fábricas, donde no solía pasar mucha gente a ninguna hora del día.
Leslie no tuvo que recibir ninguna indicación, ni siquiera esperó a que el auto se detuviera por completo, simplemente comenzó a desabrochar mi pantalón y sacó mi miembro de su encierro, acariciándolo de inmediato con su mano, mirándome a los ojos con esa carita angelical, soltando risillas nerviosas que me hacían querer cogérmela ahí mismo.
La chica era muy hábil en lo que hacía, era claro que no era la primera vez que masturbaba a un hombre y la seguridad con que se desenvolvía me hacía pensar que seguramente otros maestros ya habían probado a esa chica, pero en aquel momento nada me importaba más allá de la mujercita que tenía enfrente, de las sensaciones que me provocaba con sus manos y la forma como poco a poco se iba desabotonando su blusa hasta dejar su senos a la vista, apenas cubiertos por un pequeño sostén que en cuestión de segundos se quitó, dejándome ver un par de hermosas tetas, con los pezones rozados, tan hermosos que invitaban a comer de ellos.
Leslie pareció adivinar lo que quería pues pasó una de sus piernas por encima de las mías y se sentó sobre mí, de frente, obsequiándome una mirada lasciva un segundo antes de que tomara mi cabeza y la dirigiera a sus senos, haciendo que de inmediato me embriagara con el aroma de su piel y la textura de sus tetas en contacto con mi lengua, antes de que mis manos acompañaran a mi boca mientras ella no dejaba de masturbarme, mostrando una habilidad especial para ese arte, haciendo que sintiera un exquisito placer en todo momento mientras le mamaba las tetas y escuchaba aquellos gemidos tiernos y delicados que escapaban de su boca.
– ¡Ay! ¡Profe! ¡Ahhh! ¡Que rico me come mis tetitas! ¡Ahhh! ¡Y qué rica verga tiene, profe! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
No pude con los acelerados movimientos de su mano ni con sus excitantes y enloquecedores gemidos. Ella supo que estaba a punto de venirme y acomodó su cuerpo de tal forma que al hacerlo, le llené todas las bragas de mi semen mientras mordía ligeramente sus senos y ella gemía sin control y sin dejar de masturbarme.
Eché la cabeza hacia atrás después de venirme, sintiendo cómo la chica se bajaba de mí y se acomodaba luego en el asiento del copiloto, respirando agitado sin poder creer lo que acababa de hacer.
– ¡Ay profe! ¡Ya me manchó mis braguitas de su lechita! – dijo, llamando mi atención, justo a tiempo para que nuestras miradas se encontraran mientras ella se llevaba la mano a la boca y lamía los restos de semen que en ella se encontraban, sin detenerse hasta limpiar su mano por completo, sin dejar de verme con ese gesto travieso, con los labios a medio camino de una sonrisa provocativa – sabe muy rica su leche, profe – dijo en un susurro, de una forma tan sensual que volvió a erizarme la piel – pero ni modo, tendré que quitarme las braguitas no me gusta sentirme pegajosa.
Mis ojos se abrieron mucho cuando la vi levantándose la falda ante mis ojos y quitarse las bragas delante de mí, dejando su conchita a mi vista, sonriendo mientras veía cómo observaba la hermosa flor que yacía entre sus piernas, completamente depilada.
– ¿Le gusta mi florecita, profe? – preguntó, mientras la acariciaba con un dedo, antes de metérselo en la concha y sacarlo para mostrar cómo brillaba al haberse impregnado con sus fluidos, llevándolo a mi boca, obligándome a degustar el dulce néctar que emergía de entre sus piernas, provocando que cerrara los ojos, que suspirara al sentir cómo se esparcía su sabor por mi lengua antes de que su dedo saliera de mi boca y me obsequiara una nueva sonrisa – si me da las clases que necesito, tal vez la próxima vez podríamos jugar con ella – soltó una risilla – miré, mis braguitas no se mancharon tanto – las llevó cerca de su boca y lamió el semen que había en ellas, antes de llevarlas a mi pene que aún estaba fuera de mi pantalón y envolverlo con ellas, mientras se arrodillaba en su asiento y sus labios se acercaban a mi oreja y la besaban – puede quedárselas si quiere, todavía huelen a mi conchita.
***
Pasó casi una semana en la que estuve evitando quedarme solo con ella, algo que resultaba muy difícil al considerar que los alumnos solamente llegaban a ir a la prepa por alguna asesoría o a pagar sus exámenes extraordinarios, estaba decidido a que aquello no volvería a pasar, no después de que mi esposa casi me atrapara masturbándome con las bragas de esa chica en la nariz, sintiendo una implacable necesidad de estar de nuevo con ella, de cogérmela y escuchar sus gemidos.
Era el último viernes antes de la semana de exámenes cuando me quedé en la oficina más tiempo del habitual, leyendo un libro peculiarmente interesante llamado Lolita, cuando de pronto alguien tocó a mi puerta, provocándome un sobresalto, haciendo que mirara el reloj sobre mi escritorio y llevándome a pensar que tal vez se trataría del personal de aseo y que me pedirían que me retirara para poder hacer su trabajo.
Cuan grande fue mi sorpresa cuando al abrir la puerta vi que se trataba de Leslie, quien me miraba desde abajo, con un puchero en el rostro, fingiendo tristeza mientras movía su pierna, apoyándola en la punta de su pie y con las manos por detrás de su cuerpo.
– ¡Hola profe! – dijo en un tono infantil y triste – ¿Puedo pasar?
¿Cómo diablos podría resistirme a esa chica? Con esos ojos tan hermosos y esa figura que invitaba a cogérsela en cualquier lugar, con el recuerdo de su olor y la textura de sus tetas tan fresca en mi memoria como si aquello que ocurrió en mi auto acabara de pasar.
No dije nada, solamente me hice a un lado, viendo como una maliciosa y a la vez tierna sonrisa se dibujaba en sus labios mientras se sentaba en el escritorio, de frente hacia donde tenía mi asiento, sabiendo que el hecho de que estuviera ahí implicaba que algo pasaría entre nosotros, pues no era tan fuerte como para resistirme a una jovencita tan hermosa, tan joven y tan dispuesta a coger conmigo.
Antes de ir a sentarme me asomé al pasillo para asegurarme de que no hubiera nadie, pero al hacerlo, escuché a mis espaldas nuevamente la voz de Leslie, con un tono de niña encaprichada.
– No hay nadie en el piso, profe, me aseguré antes de venir con usted – mi pene se estaba poniendo muy duro tan solo de escuchar su voz, así que no pude hacer más que confiar en su palabra, meterme de nuevo en la oficina e irme a sentar en mi sillón, justo enfrente de donde ella estaba sentada, con la falda remangada tan arriba como para verle las bragas mientras movía sus piernas infantilmente de adelante hacia atrás, permaneciendo cabizbaja y con las manos juntas, jugando con sus pulgares.
– ¡Ay profe! ¡Lo estuve buscando toda la semana para mis clases y no lo encontré! ¿Ahora que voy a hacer? El examen ya es el lunes, no voy a tener tiempo de estudiar ¡Qué malo es conmigo profe! – dijo, interpretando un muy bien estudiado gesto que hacía parecer como si estuviera a punto de llorar.
– Bueno estuve ocupado esta semana, así que… – repentinamente pero con mucha suavidad, Leslie abrió sus piernas frente a mí, haciendo que su falda subiera aún más, dejando ver sus bragas completamente expuestas, pero con una mancha de humedad en ellas – parece que estuviste estudiando sola antes de venir aquí.
– Pues sí profe, el examen es el lunes y como a usted no le importó que lo necesitara tanto, tuve que intentarlo yo sola, pero no es lo mismo, siempre hace falta una mano firme – tomó una de mis manos y la sostuvo entre sus dedos mientras la llevaba en dirección a su boca – que me guíe por el camino correcto – terminó de decir mientras veía hipnotizado como se llevaba uno de mis dedos al interior de su boca y comenzaba a mamarlo con tanto vicio como si fuera un pene especialmente delicioso, cerrando los ojos mientras lo hacía, lamiéndolo despacio y con tanta sensualidad que mi sexo estaba a punto de reventar. No pude contenerme más.
– Creo que podremos recuperar el tiempo perdido con un par de horas, Leslie, pero tienes que esforzarte si quieres pasar el examen ¿De acuerdo? – mi mano libre se deslizó por su pierna en dirección a su conchita, quería aprobarla, quería sentirla, saboreara y oler de nuevo el delicioso aroma que había dejado impregnado en aquellas braguitas.
– ¡Haré lo que usted me diga, profe! ¡Seré obediente! ¡Seré una buena niña! – dijo, mientras llevaba mi mano a sus senos, desabrochando con rapidez los botones de su blusa, mostrando una descarada ausencia de sostén antes de que mi mano se apoderara de uno de sus pechos.
Estaba tan ansioso por comerme su vagina, tan necesitado de sentir su aroma impregnado en toda mi cara, que no controlé la fuerza con que traté de quitarle las bragas y se las arranqué de un tirón, haciendo que ella emitiera un tímido gemido, mientras me miraba con una bien estudiada expresión de miedo en el rostro, un gesto que solamente incentivó con mayor fuerza la excitación que ya embriagaba todo mi cuerpo.
Mi rostro se hundió entre las piernas de esa hermosa chica, dejándome llevar por el delirante aroma de su sexo, besando su concha con tanta pasión y vigor que sus gemidos comenzaron a escucharse de inmediato, tan fuertes que tuve que meter mis dedos en su boca para ahogar los sonidos que de ella emergían, mientras me comía el delicioso manjar que esa muchachita escondía entre sus piernas y ella me mamaba los dedos de la misma forma como ya lo había hecho a la vez que se apretaba los senos con las manos.
Sus piernas se subieron a mis hombros y sentí la forma como su abdomen se contraía, la manera como sus gemidos se ahogaban en mis dedos y la desesperación con que sus manos se aferraban a mi cabeza y la apretaban contra su concha, moviendo las caderas desenfrenada hasta que una serie de gemidos y gritos ahogados, escaparon de su garganta, mientras sentía la placentera sensación de un mar de fluidos entrando en mi boca y esparciéndose por toda mi cara.
Perdí el control por completo en cuanto supe que había provocado un orgasmo en esa chica, en cuanto vi un inconmensurable deseo en su rostro tierno y fui testigo de la forma como sus piernas temblaban ante el placer del orgasmo.
Me puse pie quedando justo entre sus piernas, tomándola del pelo con fuerza para acercarla a mí, mientras ella desabrochaba mi pantalón, al mismo tiempo en que yo la besaba, sintiendo por primera vez su lengua, conociendo el sabor de su aliento, experimentando la dulzura de sus labios y la deliciosa forma como esa pequeña y experimentada puta me besaba.
Mi pene quedó fuera de mi pantalón mientras nuestras lenguas jugaban entre ellas y nuestros labios las acompañaban, mi mano jugaba con sus tetas y las golpeaba un poco a la vez que mi otra mano no dejaba de sujetarla del pelo. Fue ella quien movió sus caderas y dirigió mi pene a su concha, fue ella quien me abrazó con las piernas y se pegó a mi cuerpo, haciendo que mi verga penetrara de lleno su vientre, gimiendo en mi boca cuando ocurrió, un instante antes de que mi movimiento de caderas sacudiera todo su cuerpo.
– ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ay profe! ¡Coge muy rico! ¡Ay! ¡Ahhh! Tal vez repruebe el examen solo para que me siga dando clases ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Deme más fuerte, profe! ¡Cójame más duro! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
Sus manos rodearon mi cuello y la cargué del culo, haciendo que brincara sobre mi verga mientras yo la sostenía en el aire, sintiendo sus tetas restregándose en mi cara mientras sus gemidos no se detenían, olvidándome por completo de que estábamos en la escuela, de que bastaría un momento de descuido e infortunio para que mi carrera y mi matrimonio se acabaran, pero eso no me importaba, solamente estábamos ella y yo, solamente quería sentir su conchita apretadita acariciando mi verga, quería disfrutar de las sensación de su vagina estrangulando mi miembro con fuerza, escuchar sus gemidos mientras me cogía a esa puta y ella se abrazaba a mi cuerpo, entregada por completo a mis deseos.
– ¡Profe! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¿Me deja tomarme su lechita? ¡Ahhh! ¡Ahhh! – dijo, con ese tono infantil y suplicante que me volvía loco, mientras veía cómo sus tetas se movían a consecuencia de la forma como ella estaba rebotando sobre mi verga.
– Te la tienes que beber toda, como una buena niña, de lo contrario tendré que castigarte ¿Entendido?
– ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Sí, profe! ¡Ahhh! ¡Seré…! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Seré una buena niña! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
La bajé de mis brazos y ella sola se arrodilló ante mí, metiendo mi verga en su boca, haciendo que el solo ver su rostro tierno e infantilizado, me llenara de un placer casi indescriptible, que una corriente erizara mi piel y me estremeciera por completo, mientras veía como lamía mi glande, como si se tratara de una paleta de caramelo, mientras me miraba a los ojos, sonriendo, fingiendo inocencia a la vez que sus manos apretaban sus tetas con fuerza.
Verla con mi verga en la boca, mamando con tanta devoción, era un espectáculo digno de la mejor película erótica, algo tan excitante que pronto fui testigo de la manera como mi semen se impactaba en su boca, sin que ella dejara de mamar, sin que dejara de mover la cabeza, mostrando una increíble habilidad para dejar salir mi semen de su boca, esparciéndolo por mi miembro para luego volverlo engullir, sin dejar que una sola gota cayera al suelo, llenándome de un placer inmenso hasta dejarlo completamente limpio, poniéndose de pie rápidamente, haciendo que me sentara en mi sillón para subirse encima de mí cuando mi pene aún estaba algo erecto, lo suficiente como para clavárselo en la concha y moverse un poco sobre él.
– ¡Ay profe! ¡Creo que no entendí nada de lo que me enseñó hoy! ¿Qué voy a hacer para mi examen? – preguntó, sin dejar de moverse mientras tomaba una de mis manos y la llevaba a una de sus tetas. Con mi mano libre abrí uno de los cajones y saqué de él un examen en blanco y uno que ya estaba resuelto.
– Copia el examen resuelto y ponle tu nombre, pero el día del examen, si quieres una calificación vas a tener que venir a una clase especial.
– ¿En serio profe? ¿Qué tan especial? – dijo Leslie, con ese tono de inocencia fingida mientras sentía cómo mi verga comenzaba a crecer de nuevo dentro de ella y uno de mis dedos acariciaba su culito – ¡Oh, ya veo! ¡Así de especial!