LA INOPIA DEL DÍA A DÍA

«…Víctor sonrió aún más ofreciendo todo su esplendor….»

por Teodoro Ndomo

En aquel momento, el fantasma del Lunes despertó.

Preparado desde las 5 de la mañana y despierto desde las 3 por la “maravillosa” idea de ir a dormir a las 8 de la tarde para no perder el prometedor vuelo.

Resultado: quedarse en el embarque leyendo la misma página durante 1 hora. Consecuencia: perder el único vuelo que había para la conexión posterior hacia Melilla.

La cara de la azafata de tierra era un poema. Parecía que ella era la que había perdido el vuelo de esa manera tan simple.

Tras pasar el arco por fuera, con la cabeza abatida, se sentó a reflexionar en la cafetería del hall de entrada.

La ansiedad le jugó una mala pasada a un peldaño del altar laboral.

El café no depuró el estómago, pero sí la mente. Quizá debió pasar esta estúpida y simple cagada. Tocaba llamar y disculparse antes de que la reunión comenzara con su ausencia. Creó un escueto mail primero. Se disculpó, sí; pero al mismo tiempo, se despidió.

Lejos de agobiarse, se liberó. Ese café fue un reactivo que impulsó generar su particular Milla Verde al trabajo.

Con el pecho henchido cual MacGuirre desaforado e iluminado, tomó taxi rumbo a casa.

Y llegó a casa. Abrió la puerta y se descubrió con la mirada de Monster. Como si nunca hubiera estado allí, como la primera vez. Y llamó a su medio melón, como gustaba decirle. Sandra estaba en casa tras su jornada nocturna y agotadora en Urgencias. Salió del patio y sonrió con extrañeza.

– ¡Chacho y el vuelo!

– Lo cambié por venir a casa. 

Y la cogió por la cintura hasta agarrar sus nalgas con ansia viva.

– ¡Eh! ¡Al menos explíquese!, -dijo ella.

Y Víctor pasó a relatarle la absurda manera que tuvo de perder el ansiado vuelo al nuevo Olimpo que suponía dar ese paso. Una nueva ciudad y fuera de casa cuatro días a la semana. 

Una experiencia vital que supondría olvidarse de recibos y de hipoteca.

Una experiencia vital…

Y vida, pero… vida ya tenía y no quería perderla.

Así que sus ojos iban narrando la odisea y ella iba recibiendo zarandeos por capítulos. 

A sabiendas de la oportunidad brindada por el día escolar de sus primates congéneres (como gustaba decirles para mofa entre ellos), Sandra recogió el testigo de asir el culo, arrinconando cada vaivén explicativo de su particular orangután.

Le puso cara sería y cuando lo tuvo contra la pared, se arrodilló a confiarle una plegaria a la que no se iba a negar.

Víctor sonrió aún más ofreciendo todo su esplendor.

Lo que supuso algún que otro revés en el pasado, los dos embarazos se encargaron de cimentar un camino de baldosas de oro.

Agarró el elemento y decidió que era buen momento para ahogarse.

En otra circunstancia, le hubiera supuesto una siesta antológica, pero ver a Sandra dejarse derramar el lácteo semen por su lengua, no hizo sino provocarle mayor entusiasmo y reclamar una segunda oportunidad de eyacular.

Sandra le permitió un in pass de espera, mientras coqueteó con su boca recién invadida y con retirar el uniforme de madre desaliñada mañanera.

La cocina se convirtió en escenario y los actores probaron degustar de toda la carta.

Ese día, retomaron las horas robadas por el trabajo y recuperaron años perdidos en la inopia del día a día.

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