«…y relamen sus tobillos, donde comienzan las bases de un buen fuego. Mordisquean hasta sus rodillas sin prisa…»
por TEODORO NDOMO, inspirado en una alfombra de música.
Días complejos para encontrar un hueco al desafío de relatos cada luna entera.
Días regados de nostalgia absurda. Esa que envenena la risa y eclipsa el fuego acumulado.
Días de paz obligada, para no desentonar con el alborozo que fluye y refluye por las calles intentando dormir al monstruo.
Días de reencuentro y melancolía. Días de consumo desorbitado, por si mañana el gitano, el etarra o el moro nos come… de miedo estúpido.
Días de virus con patas, que nos advierten de la promiscuidad del “yo estuve aquí”, pero allá vamos como insectos a la luz que encandila y nos muestra el nicho.Días de prisas en las que el reloj, ya no marca horas, marca hitos.
Pero Días en los que, de repente, entre toses y alfombras,… suena la vida.
Suenan tres vidas realmente.
Una de apariencia firme, curtida, cincelada en el aprovechamiento del despertar creativo.
Otra, que se quema, pero lo sabe. Lucha mientras cura. Sana mientras ayuda.
Y una tercera que no sabe volar, sin darse cuenta que sus alas gigantes miran desde arriba.
Y sus retina se tocan y olvidan las cataratas. Escuchan sus pies descalzos y sienten que ese es el camino.
Y alzan la risa.
Azuzan la yesca y comienzan a arder en la hoguera aún a sabiendas de que están creando personajes. No se piden permiso y relamen sus tobillos, donde comienzan las bases de un buen fuego. Mordisquean hasta sus rodillas sin prisa. Quizá estén sorprendidos, quizá adormecidos, quizá…quizá ni estén allí, pero se sienten.
Y curvan sus nalgas relucientes y en ofrenda. Las santifican antes de peregrinar por el supuesto páramo de espaldas marcadas por autoflagelos que los humaniza.
Y por eso, se adoran. Por su simple complejidad. Por su gamberra actitud. Por su libre exposición ganada sin pulso por algo que no les importa distinguir o no.
Lo viven y hasta que muera… lo disfrutan.
Agarrados por la cabellera, se sonríen hasta fundirse en un cosmos. Cada uno con su diversidad. Cada uno con su mochila aceptada y en proceso de alivio.
Y surge la voz. Y exploran en canto, cada uno desde su carretera. Con un sentido. Hacia un objetivo que saben que no es único ni cartesiano. Es un objetivo soberano y siempre en proceso.
Se dan la vuelta hasta formar un condensador de flujo en el que cada rama se desborda a su antojo. Comparten sincera mirada durante ese segundo eterno y maravilloso. Y derrochan verbo. Verbo libre y verbo claro.
Y brindan por el hoy.
Este Día,… lo cuidan y miman.
A pesar del peso, las ramas de ese naranjo-lima son fuertes en su flexibilidad… por el momento.
Saben que Katharine está tras la puerta, agazapada y paciente al traspiés.
Así que estos Días, disfrutemos y callemos al monstruo a nuestra manera.