INTUICIÓN

«…entra en ella muy despacio, arrancándole un vibrante y largo gemido…»

por OLIVER MELLORS

Hoy Adam ha pasado la mañana trabajando bajo la lluvia. Cuando han parado para comer el jefe de la cuadrilla les ha comunicado que de arriba mandan parar los trabajos en la zanja porque va a arreciar durante las próximas horas. Así que han recogido todo y al despedirse hasta mañana, ha llamado a Lily muy animado porque sabe que ella hoy libra. Ha tenido suerte, han quedado en verse a las tres y media para pasar la tarde juntos.

Por el camino se ha cruzado con un viejo amigo al que hacía años que había perdido la pista; los dos se han llevado una gran alegría, de manera que a su amigo no le ha costado mucho convencerlo para ir a tomar unas cañas y rememorar viejos tiempos. Adam le ha advertido que sólo tendrá tiempo para tomar una rápida, pero con la emoción del encuentro y aquello de que gestionar bien el tiempo no es lo suyo, ya se ha liado, y cuando se da cuenta de lo tarde que es se apresura a pagar y se despiden con la promesa de volver a verse otro día.

De camino a la estación saca el móvil para avisar a Lily que va con retraso, pero no le queda batería y se reprende a sí mismo por cagarla de nuevo. Ya sentado en el tren se queda a solas con sus pensamientos, y piensa que hay cosas que, a pesar de sus esfuerzos, no puede controlar… su falta de puntualidad es una de las negativas y la atracción que siente por Lily es una de las otras. A este respecto, cree que ciertos tipos de atracción no tienen puertas que se cierran, sino una única puerta giratoria en constante movimiento, que te absorbe para después escupirte y viceversa. Por eso ahora, recreándose en la imagen de ella, ha vuelto a atravesar
ese umbral donde ya no existen todos esos desencuentros que aparecen con el tiempo, impregnando la relación con una densa y fría capa de dudas e incomodidad que no deja ver más allá. Ahora no siente nada de eso, sencillamente se siente afortunado por poder verla de nuevo y, mientras siente el traqueteo del tren en sus huesos, piensa en todas las cosas que le gustaría hacerle y que ella le hiciera. Reconoce que aunque adore su cuerpo, aunque le vuelvan loco la sinuosidad de sus curvas y sus proporciones, no se trata sólo de eso, ni de obtener simples desahogos pasajeros; existe una especie de conexión indefinible; no sabría decir en qué medida influye su personalidad, su forma de ver el mundo, su forma de mirar, su olor personal, el tono y la cadencia de su voz, o su maravillosa disposición para el sexo… Con este último detalle, sin duda Lily lo tiene ganado; ¡cómo le pone lo rápido que se excita! Y esa forma en que lo mira cuando está dentro de ella… no es sólo cómo le mira a los ojos, sino cómo le mira el cuerpo, extasiada, o a su verga antes de metérsela en la boca… ¬¡Dios!¬ . Además, a veces en la cama le sorprende diciéndole cosas entre juguetonas y halagadoras, como “ tienes un cuerpo hecho para el delito…”, o, cuando se pone en plan rol: “¡Oh mi señor, mi maestro, bendíceme con tu gran bálano…!”. ¿Cómo no se va a sentir bien con ella?

Después de media hora de tren y tres manzanas andando, por fin ha llegado al portal y sube las escaleras de dos en dos. Lily, al oÍr la llave entrando en la cerradura, siente una primera reacción de pura dicha, pero la reprime y devuelve la seriedad a su rostro mientras sigue guardando la compra del súper. Adam al entrar la ve de espaldas en la cocina abierta y sólo consigue articular un sucinto “hola…lo siento”. Ella se da la vuelta, se le queda mirando fijamente unos segundos y se vuelve de nuevo de espaldas, limitándose a emitir un saludo aparentemente desganado. Sigue colocando la compra mientras le escucha, algo escéptica, contar la historia del viejo amigo que encontró en la calle y el móvil sin batería.

Adam, al ver que ella no dice nada, sólo espera que su disgusto sea pasajero y decide acercase para abrazarla por la cintura por detrás y quedarse así pegado a ella mientras le dice al oido:
¬ ¿Sabes?, lo único en que pensaba por el camino era en las maneras de compensarte este tiempo perdido¬. Se queda ahí unos segundos, casi inmóvil, transmitiéndole el calor de su cuerpo y Lily reconoce una vez más para sus adentros que no puede resistirse a la atracción que siente por este hombre. Adam se acaricia la cara contra el pelo de ella como hacen los gatos y aspira su olor mientras sus manos suben hasta sus pechos y los aprietan suavemente. Lily siente su cuerpo reaccionar, pero sin darse la vuelta y sin emitir palabra, hace un esfuerzo por guardar otro bote en la alacena. Él le agarra el lóbulo de la oreja izquierda con los dientes y comienza a lamerlo respirando en su oído, provocándole una inmediata oleada de placer que la obliga a cerrar los ojos y a echar la cabeza hacia atrás, ofreciendo su cuello. Él se lo muerde y se queda por un momento ahí quieto, deleitándose en su presa; la oleada de placer de Lily se convierte en un delicioso escalofrío que la paraliza, dejando uno de sus brazos suspendido en la alacena donde trataba de guardar el último bote de leche.

Las manos de Adam bajan desde los senos, acariciando despacio el torso y cintura, hasta asirla por las caderas para frotarse contra su hermoso culo. Lily se arquea en una reacción automática, como para ofrecerse mejor a esa presión que ya siente dura. Adam le da la vuelta y, pegado a su vientre, mantiene sus labios carnosos muy cerca de los de ella, dilatando intencionadamente el momento de besarla, dejando que ella se emborrache de su olor sin perfume, dulce y salado a la vez. Lily empieza a sentirse como hipnotizada y, sin poder despegar los ojos de sus labios, comienza a respirar con más intensidad hasta emitir un ligero quejido involuntario. Al oírla, Adam sonríe triunfal y le levanta la barbilla para observar mejor su efecto hipnótico en esos ojos felinos con los párpados a medio cerrar y ese rubor tan sexi en sus mejillas. Imagina que en estos momentos debe de estar mojando las bragas. Mira su hermosa boca entreabierta y recorre despacio esos centímetros deliciosamente densos hasta inundarla por fin con su lengua, provocando un inmediato latido en el sexo de Lily.

Ambos suspiran mientras se besan con calma, emitiendo una y otra vez esas exhalaciones sonoras que retroalimentan el placer. Él le tira suavemente del pelo mientras con la otra mano en su trasero la acercar más, aumentando la presión de su sexo duro contra el vientre. Lily siente su propia sangre agolpándose en su coño. El momento es delicioso y dejan que se desarrolle sin prisas, disfrutando cada movimiento. Luego Adam vuelve a tirarle del pelo, esta vez algo más enérgico, para llevarle la cabeza hacia atrás y contemplarla bien. Ella no emite queja alguna, sólo le mira lasciva mientras él resbala lentamente la mirada por su cuerpo,
deteniéndose en cada hueco y en cada volumen. Tras pasar revista a su tesoro, con una sonrisa de aprobación, Adam vuelve a hundir su lengua entre los labios húmedos y abiertos de ella, regalándole un largo y lento beso barroco que va cambiando de forma y lugar, moviéndose de boca a mejilla, de mejilla a nariz, de nariz a lóbulo y de lóbulo a cuello, para desde el cuello naufragar deliciosamente entre sus senos. Mientras aspira su aroma, le retira la blonda del sujetador con los dedos y atrapa con la boca uno de esos pezones anhelantes; succiona con deleite, poniéndolo cada vez más duro, hasta arrancarle a Lily un gemido de placer. Sigue y sigue succionando ávido mientras comienza a acariciarle la vulva, provocando en el cuerpo de Lily una especie de corriente eléctrica que conecta ese pezón con su coño y la obliga a emitir un grito ahogado. Entonces Adam se incorpora y con una seriedad muy sexi en el rostro, le ordena que se baje las bragas. Ella obedece inmediata y mecánicamente, y él la toma de la mano para salir al pasillo. Ella imagina que la lleva a la habitación, pero en el mismo pasillo se para y le levanta la falda hasta las caderas, desliza sus manos calientes por sus nalgas, moldeándolas centímetro a centímetro, la alza en peso y la acorrala entre su cuerpo y la pared. Lily siente su polla presionando tras la tela del pantalón contra su clítoris y por la intensidad de ese placer comprende que sus naves están quemadas, que ya ha quedado atrapada en ese hipnótico calor interno compartido que ha tomado las riendas de toda voluntad; sólo consigue suplicar para sus adentros que los pantalones de él se volatilicen en ese mismo momento. Adam, sin dejar de mirarla, la lleva en peso hasta el baño para sentarla en el borde de la bañera; sabe bien que a estas alturas ella hará todo lo que le pida, aunque no necesita decirle nada para que ella le desabroche de inmediato el pantalón y, presa de un ansia atávica, se abalance sobre su glande y lo envuelva completo con el delicioso calor húmedo de su lengua y su cavidad bucal para devorarlo con el mismo placer con el que disfruta de su helado
favorito. La gloriosa sensación de ese contacto obliga a Adam a lanzar un gemido muy ronco y gutural. Lily empieza a engullir rítmicamente, adelante y atrás, adelante y atrás, succionando ávida y aumentando el ritmo sin siquiera proponérselo, hasta el punto que Adam tiene que detenerla y salir de su boca para frenar el intenso estímulo. La mira a los ojos por un momento, exhalando despacio para volver en sí, y la ve tan hermosa, con esa mirada implorante en esa cara de fresa, esa boca gruesa abierta y chorreando saliva, la falda por la cintura, la blusa desabotonada, los pechos fuera del sujetador con los pezones erguidos,.. siente que necesita estar dentro de ella ya. La ayuda a levantarse y vuelve a alzarla en peso para sentarla esta vez en el borde del lavabo. La altura perfecta, sí. Lily también siente que no puede esperar más para tenerlo dentro. Adam le mete un par de dedos en la boca para luego introducirlos muy despacio en su coño. Está tan lubricada y cachonda que los dedos desaparecen en su interior sin imprimir fuerza alguna; los saca y se los enseña, maravillado, antes de chuparlos él con los ojos cerrados. Con la mano impregnada así de su saliva, se agarra su hermoso miembro y, sin introducirlo aún, comienza a acariciarle el clítoris, los labios y la entrada húmeda con su glande reluciente; mirándola lascivo, lo desliza de arriba a abajo, una y otra vez, presionando un poco más fuerte en la entrada cada vez, deleitándose
malévolamente en el ansia creciente de Lily, casi dolorosa de ser penetrada. Luego su expresión se vuelve más grave, y muy atento para no perder detalle de la reacción de Lily, entra en ella muy despacio, arrancándole un vibrante y largo gemido de placer puro mientras se abre paso entre las hinchadas paredes, que lo agarran y lo atraen hacia adentro. A ambos se le cierran los ojos en ese momento deliciosamente perfecto.

Continúa penetrándola despacio y cada nueva embestida los relaja más profundamente y los transporta en la cálida cresta del segundo que se desborda en el siguiente. Con cada agarre, con cada empuje, con cada respiración acompasada, cada mirada y cada cierre involuntario de sus párpados, el deleite aumenta hasta que Lily siente que no es posible tenerlo más adentro. Él se queda ahí quieto, completamente fusionado, y ella se siente deliciosamente llena y como transportada a otra dimensión. El pensamiento sólo consigue abrirse paso para intensificar el placer con la recreación de la propia escena. Él disfruta no sólo de su acción y de las respuestas de Lily a sus movimientos: el temblor de su carne, su cara roja, su entrecejo fruncido, sus ojos entornados, a veces en blanco, su boca abierta y sus gemidos… sino también de la imagen que le devuelve el espejo del lavabo: el generoso culo de Lily moviéndose y temblando rítmicamente bajo sus manos, y la propia imagen de él mismo, orgullosa y lascivamente viril, dominando a la mujer que desea…

Lily se lleva una mano al clítoris y empieza a frotarlo en círculos. El intenso placer de la combinación comienza a hacerla volar alto, pero Adam, que sabe que así se correrá muy rápido, la detiene sujetándole por la muñeca, y con una sonrisa juguetona le reprende casi en un susurro: – ¿No pensarás irte ya, no? ¬ Y Lily, con la capacidad de raciocinio bastante menguada en ese momento, sólo atina a responder con tono de súplica: ¬ ¡Síiiii! ¬ un sí que suena a “por favor, suéltame la mano”, pero sabiendo que Adam no lo hará, sino que intentará prolongar este dulce sufrimiento al máximo. Él, implacable, le retiene la muñeca detrás de la espalda mientras se deleita en la escena y en su movimiento; luego se retira un poco y le dice sonriente: ¬ Mira ese charquito que hay en el suelo entre nosotros… es tu flujo! Esa forma de lubricar me dice que hoy vas a correrte varias veces, así que no tengas prisa… quiero disfrutarte al máximo…¬ Y mientras le dice esto, sigue moviéndose lento, adentro, afuera y en pequeños círculos. El delicioso castigo continúa y Lily sucumbe y se olvida por el momento de su clítoris, que va recibiendo el estímulo más ligero del roce y el golpeteo del cuerpo de Adam. El ritmo y la intensidad aumentan, y Adam, cada cierto tiempo, después de una embestida más fuerte, para en seco y se queda quieto muy adentro, para empezar de nuevo cuando observa la suplica callada en la cara de Lily, convirtiendo así los minutos en una
montaña rusa del placer.

Al cabo de un rato Lily vuelve a sentir la irrefrenable necesidad de comenzar la cuenta atrás estimulando su clítoris; esta vez su dueño es clemente y no le quita la mano. La conjunción de estímulos termina de cocinar el banquete y su clítoris hinchado no hace más que aumentar la sensación de que la polla de Adam domina su cuerpo y su mente; Lily pierde el control de su propio cuerpo, siente cómo sus músculos se tensan y su espalda se arquea llevándole la pelvis hacia adelante; los ojos se le cierran y se le abre mucho la boca; hilos de saliva se le caen por el pecho mientras es embestida. Adam le introduce un dedo en la boca y ella lo succiona y aprieta con avidez, igual que su coño succiona y aprieta deliciosamente su polla. Le saca el dedo de la boca y se lo introduce muy despacio entre las nalgas mientras la penetra por delante. Lily se siente subir muy rápido y ya no puede soportar más tanto placer; consigue avisar a Adam con un hilo de voz: ¬ ¡Me voy! ¬ antes de estallar con un rugido ahogado en un nirvana de espasmos salados en torno al sexo de Adam. Flota ingrávida en su nirvana por siete segundos eternos…. y Adam, puro sudor y felicidad, se permite por fin tener la misma reacción vertiginosa hasta que se siente derramar dentro de ella mientras grita liberado.

Se quedan por un minuto en esa deliciosa quietud entrelazada, agradecidos por haber seguido su intuición el día en que se conocieron.

Al fin se miran y Lily rompe el silencio: ¬ ¡Uf! ¡Vaya..!, parece que esa historia que me contaste para explicarme por qué llegabas tarde era cierta… ¡Mira que soy mal pensada! ¬ le dice sonriendo.
¬ Ah…¿conque esas tenemos? ¬ responde Adam burlón ¬ ¿Pues qué te parece si nos metemos en la cama y pedimos comida para reponer fuerzas? De postre pensaba comerme ese precioso coñito, pero ahora…creo que sólo lo haré si prometes no volver a pensar mal de mi.

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