EL SECRETO DE MI HERMANA

«… haciendo que mi piel se erizara al sentir su dominio…»

por JANE CASSEY MOURIN. twitter.com/@JCMourin; patreon.com/JaneCasseyMourin; jcmourin.blogspot.com/

Carlos

Estaba muy emocionado por el hecho de que al fin iba a ver a mi hermana de nuevo desde aquel día en que se fue con Marc al gabacho e hicieron su vida del otro lado de la frontera; me sentía extasiado ante la idea de ponerme al día con ella, conocer a John, su hijo, e incluso tal vez platicar y recordar los tiempos en que éramos niños en la casa de mis padres.

Sin importar lo mucho que deseaba reencontrarme con mi hermana y la ansiedad que la espera me provocaba, no fue sino hasta cerca del mediodía cuando escuché el timbre de la puerta sonar, algo que me provocó un sobresalto haciendo que me levantara de golpe del sillón para ir a abrir la puerta, pasando peligrosamente cerca de Lola, la mujer que me ayudaba con el mantenimiento de la casa y me hacía la vida mucho más sencilla.

Antes de abrir la puerta me detuve un segundo y respiré profundamente, sin poder creer por completo que al fin volvería a ver a mi hermanita, sintiéndome nervioso y al borde de las lágrimas ante las emociones que experimentaba, mientras giraba la perilla y un poco después me encontraba con la imagen de mi sonriente hermana, tan linda como la recordaba, sintiendo cómo las lágrimas acudían a mis ojos y una incontrolable necesidad de abrazarla se apoderaba de todo mi cuerpo.

– ¡Hermano! – dijo Berta antes de lanzarse a mis brazos y fundirnos en un abrazo prolongado que nos provocó a ambos derramar un mar de lágrimas que no fuimos capaces de contener, hasta que después de un par de minutos nos separamos obsequiándonos una sonrisa compartida.

– Mira, este es John, mi hijo – dijo mi hermana sonriendo mientras su hijo se adelantaba un paso y me extendía la mano.

– Mucho gusto, John – dije, él solamente asintió con lo que percibí como un intento fallido de sonrisa – por favor, pasen no se queden ahí – les pedí, sabiendo que sería inútil esperar a recibir cualquier otra clase de respuesta de ese chico – Lola, por favor, muéstrales el cuarto de invitados para que se instalen ahí – le dije antes de dirigirme de nuevo a mi hermana – en cuanto terminen de acomodarse vengan a la cocina para comer algo, seguro que tienen hambre después del vuelo y… – nuevamente abracé a mi hermana, sintiendo sus caricias en mi espalda – me encanta verte de nuevo hermanita.

– A mí también, Carlitos.

Esa tarde la pasamos de maravilla, recordando viejos tiempos, escuchando las historias que mi hermana me tenía que contar sobre cómo fue su vida en el extranjero, en los años que llevaba de casada con Marc y la forma como recibieron la llegada de John a sus vidas, llenando mi cabeza con imágenes de todo lo que me contaba, sintiéndome tan pleno de que mi hermana se mostrara tan feliz como lo estaba yo por nuestro reencuentro, que ni siquiera me importó que el chico se fuera a la habitación de invitados sin decir ni pio.

– ¿Sabes algo? – dijo mi hermana con un tono mucho más serio del que había empleado un minuto atrás, cuando su hijo todavía estaba con nosotros – la verdad es que no todo ha sido tan genial – un suspiro escapó de su boca – Marc y yo nos separamos, o mejor dicho, él solo se fue y me dejó atrás con mi hijo, no he sabido nada de él en un par de meses desde el día en que se llevó sus cosas sin dejar una nota ni nada parecido, en parte por eso… – hizo una pausa mirándome a los ojos – me alegró mucho saber que festejarías tu cumpleaños y que me enviaras la invitación, de verdad, me hiciste sonreír como no lo había hecho en mucho tiempo, pero si te soy honesta, tu fiesta no es lo único que me trajo aquí – dijo de pronto, bajando la cabeza, notándose un poco avergonzada ante lo que presentí que estaba a punto de decirme – quiero pedirte un favor, quiero ver si es posible que nos dejes quedarnos en tu casa por un par de meses, en lo que consigo un trabajo por acá y un lugar dónde vivir, la verdad no quiero regresar al gabacho, yo no… – mi hermana rompió en llanto, provocando que se me hiciera un nudo en la garganta mientras la miraba, que me acercara a ella y la abrazara, sintiendo de inmediato cómo se acurrucaba entre mis brazos mientras su cuerpo se sacudía con la fuerza de sus sollozos por varios minutos, hasta que al fin logró recuperar la compostura y nos miramos a los ojos.

– Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, Berta, esta es tu casa y si necesitas un empleo yo puedo colocarte en la agencia, siempre necesitamos secretarias y seguramente que te sentirás muy a gusto trabajando con nosotros, pero no entiendo qué fue lo que paso, parecía que tú y Marc tenían una relación perfecta, que se adoraban como pocos matrimonios – Berta bajó la cabeza y su llanto se reanudó, pero aquello ocurrió de una forma diferente, como si se sintiera culpable por algo, como si admitiera que había hecho algo horrible.

– Le fui infiel a Marc – soltó de pronto, tomándome con la guardia baja, dejando que mi imaginación volara y las más locas ideas nublaran mis pensamientos con imágenes de tipos musculosos y perfectos con los que mi hermana pudo haber engañado a mi cuñado – pero lo peor de todo no fue lo que hice, sino con quién lo hice – dijo, antes de levantar la cabeza y mirarme a los ojos.

– ¿A qué te refieres? ¿Con quién…?

– Señor Carlos, perdón que lo interrumpa, pero me pidió que le avisara cuando faltaran tres horas para la fiesta, y ese momento ya llegó ¿Quiere que le ayude con los preparativos de su atuendo? – dijo Lola interrumpiendo nuestra plática, haciendo que volteara a ver mi reloj y notara que de hecho ya tenía que apurarme si quería estar listo para el momento en que llegaran los invitados y los servicios de comida y bebida que había contratado.

– Hermana, lo siento, pero debo apresurarme ¿Podríamos guardar esta charla para más tarde? De verdad quiero escuchar cómo termina esta historia.

– Sí, hermano, no te preocupes, te entiendo, de hecho, supongo que yo también debería arreglarme – dijo, obsequiándome al final un intento fallido de sonrisa, previamente a darnos un último abrazo antes de que todos en la casa nos pusiéramos manos a la obra.

Berta

– ¿Le dijiste algo de nosotros, mamá? – me preguntó John en cuanto cruce la puerta de la habitación, mirándome con un gesto suspicaz en el rostro y el ceño fruncido.

– No, estuve a punto de decírselo cuando nos interrumpió la señora Lola, pero pienso contarle lo que pasó, si vamos a vivir con él por un tiempo, no quiero guardarle ninguna clase de secreto – contesté, sintiéndome muy mortificada ante la posibilidad de que al decirle la verdad a mi hermano, decidiera correrme de su casa, pues lo que había hecho en realidad era una aberración, algo antinatural que jamás debió haber pasado, pero que había surgido de una serie de sentimientos y necesidades que no era capaz de controlar.

– Tal vez en cuanto se lo digas, eso de vivir con él cambié, ¿Lo has pensado?

– Sí, pero eso no altera mi plan, no quiero que, si esto nos llega a explotar en la cara, él no tenga idea de por qué tu papá… ya no quiero hablar de esto, hay que prepararnos para la fiesta ¿Empacaste el disfraz del año pasado?

– Sí, lo hice, aunque la verdad no tengo ganas de…

– No me importa que tengas ganas o no, ve a bañarte para que después me meta yo y luego…

– Podrías bañarte conmigo – soltó mi hijo de pronto, con un gesto astuto en el rostro y una sonrisa lasciva en sus labios, haciendo que un vuelco en el corazón agitara mi cuerpo y me llenara de temor ante la posibilidad de que mi hermano lo escuchara.

– ¡Cállate! No digas esas cosas, si mi hermano…

– ¿Te has planteado que tal vez tu hermano alguna vez ha fantaseado con estar contigo? No lo sé, la forma como te abrazó, la manera como te miraba…

– ¡Deja de decir pendejadas y métete a bañar! – le espeté, aunque lo hice con un tono de voz muy bajo, pues en verdad no quería que mi hermano tuviera sospechas de lo que pasaba en mi vida hasta que lo escuchara de mi propia boca.

Las horas pasaron sin que John siguiera molestándome con lo mismo, mientras nos preparábamos para la fiesta de disfraces con la que mi hermano festejaría su cumpleaños, sintiéndome un poco nerviosa al saber que habría invitado a mucha gente a la cual no conocía, pues sus amigos habían cambiado mucho desde que me fui de nuestro país.

Horas más tarde los invitados comenzaron a llegar mientras terminaba de maquillar la cara de mi hijo y la mía, de una forma tradicional mexicana con la que me proponía celebrar el día de muertos, el cual curiosamente también era el día en que mi hermano había nacido, hacía treinta años atrás.

Cuando al fin salimos de la habitación, el departamento de mi hermano ya estaba repleto de gente, lo cual era mucho que decir pues el hogar de Carlos era enorme y no parecía sencillo que se hubiera llenado tan rápido con tantas personas que se dieron cita para celebrar el cumpleaños de mi hermano.

Fue una sorpresa muy especial el ver que los asistentes a la fiesta nos prestaron una increíble atención cuando nos aparecimos en el salón de aquel lujoso departamento, deleitando su mirada con el laborioso maquillaje que había aplicado en nuestros rostros con motivos del día de muertos, así como con nuestros atuendos que nos caracterizaban como catrín y catrina, respectivamente, las representaciones mexicanas de la muerte; aunque debo decir que después de algunos instantes, pude notar que más de uno de los hombres que ahí se encontraban, desviaron su mirada de mi rostro a mi escote y luego continuaron su camino recorriendo mi figura delineada por el hermoso vestido negro con el que había enfundado mi cuerpo para aquella noche.

– ¡Se ven espectaculares! – dijo mi hermano en cuanto se acercó a nosotros, enfundado en un disfraz de vampiro que en realidad lo hacía lucir muy atractivo y que me hizo pensar que seguramente en aquella noche lo llevaría a dormir con alguna de las hermosas mujeres que se encontraban en aquel lugar – déjenme presentarlos con todos, son personas increíbles, seguro que les van a encantar.

– Lo siento, tío, pero prefiero ir a comer algo, si no te molesta – dijo mi hijo, con un tono de voz que me hizo saber que en realidad no tenía ni un poco de ganas de estar en ese lugar.

– Adelante, John, que lo disfrutes – contestó mi hermano, quien a pesar de que la fiesta había empezado apenas unos minutos atrás, ya se mostraba muy animado.

Por el siguiente par de horas, mi hermano se dedicó a presentarme con todos sus amigos y conocidos, encontrando entre todos ellos a personas sumamente cultas y preparadas, así como también a hombres y mujeres que resultaban tan atractivas que no parecían ser de verdad.

No voy a mentir, la verdad es que la ausencia de mi hijo en medio de aquel tumulto de gente tan hermosa e interesante, no me preocupó demasiado y para ser honesta, el no tener que lidiar con su mal humor me resultó un respiro a los problemas que habíamos tenido para salir del país y llegar hasta la casa de mi hermano.

Antes de aquella noche, había pasado mucho tiempo desde la última vez en que me divertí tanto, conociendo gente increíble, sintiendo el efecto de algunos tragos corriendo por mi cuerpo en medio de la euforia de una fiesta fuera de serie, divirtiéndome tanto y bailando con tantas personas diferentes que en algún momento logré olvidarme de todo por completo, incluyendo, lamentablemente, la presencia de mi hijo en aquella fiesta, algo que cobró importancia después de que me dejara llevar por la música y le permitiera a un par de chicos muy guapos pegarse a mi cuerpo de una forma sensual y poner sus manos en donde estando sobria jamás lo hubiera consentido.

Fue aquella actitud libertina lo que provocó todo lo que ocurrió, cuando la fiesta comenzó a dar señales de irse apagando y las personas comenzaron a retirarse del lugar, un momento en que mi hijo se apareció por el pasillo que llevaba a las habitaciones, mirándome con un gesto de rabia que conocía muy bien, con el cual me demandaba presentarme ante él de inmediato, haciendo que experimentara una sensación de miedo y angustia ante la posibilidad de que pudiera armar una escena enfrente de los pocos amigos que aún quedaban en el departamento de mi hermano.

Sintiéndome muy apenada por tener que abandonar a las personas con quienes platicaba a manera de despedida, me vi obligada a disculparme de una forma apresurada para ir de inmediato a ver qué ocurría con John, rogando para que el chico no hiciera una escena, que no me gritara enfrente de todos y que aquello no desencadenara una reacción adversa de parte de mi hermano.

– Hola, cariño ¿Qué pasa? ¿Se te ofrece…? – dije, tratando de fingir ignorancia ante la razón de su rabia, la cual conocía muy bien y que sabía que justificaba perfectamente la actitud de mi hijo.

– ¿Crees que me gusta ver cómo te manosean los amigos de tu hermano? ¿Crees que me divierto viendo cómo les pegas las nalgas en la verga? – dijo en un susurro, haciendo evidente que él tampoco quería hacer un escándalo.

– Mi amor, solo estaba bailando, nadie hizo… – comencé a decir, pero incluso yo sabía que no había ninguna clase de convicción en mis palabras.

– Yo los vi, no me mientas, no he dejado de verte toda la noche ¿Para eso querías que abandonáramos a papá? ¿Para que anduvieras de puta con un montón de desconocidos? – dijo John, enfurecido porque otros hombres me habían tocado, haciendo que sintiera un horrible dolor en el pecho ante la acusación que me estaba haciendo, como si en realidad fuera capaz de mirar a cualquier otro hombre que no fuera…

– ¿Está todo bien? – preguntó mi hermano de pronto, con una voz entrecortada por el alcohol, mientras sentía mis ojos al borde de las lágrimas, un instante antes de que mi hijo se marchara de mi vista en dirección a nuestra habitación.

– Sí… bueno, no del todo… – dije, pensando que no era el momento para revelarle mi secreto a mi hermano – supongo que le está costando trabajo asumir que no volveremos al norte – terminé, viendo cómo Carlos me miraba con los ojos divagantes y una sonrisa torpe en sus labios.

– Vale, si necesitan algo, ya sabes… – intento decir sin concluir la frase, antes de que alguien le llamara y fuera de inmediato hacia esa persona, seguramente para despedirse de un invitado más, sin embargo, yo sabía que no podía dejar a mi hijo en el estado en que se había ido, pues no quería que pensara las cosas de una forma equivocada, que se convenciera de que había preferido estar con otros hombres a estar con él, pues John lo era todo para mí y tenía que dejárselo claro, tenía que demostrárselo.

Caminé por el pasillo tan rápido como pude y entré en la habitación para ver a mi hijo quitándose la ropa que tenía encima y lanzarla a cualquier lado hasta quedar solamente en bóxers; estaba furioso, lo sabía porque conocía perfectamente bien esa actitud, la misma que mostró el día que mi marido trató de golpearlo después de que se enterara de lo que estaba pasando con nosotros, antes de ver cómo Marc quedaba noqueado en el suelo del salón de la que tiempo atrás también fuera nuestra casa.

– Mi amor, por favor, solo estaba divirtiéndome, no te enojes conmigo, te lo suplico, tenía mucho que no me divertía así, por favor, cariño, trata de entenderme, trata de…

– Tal vez papá tenía razón y no eres más que una puta, se supone que vinimos a México para estar juntos, se supone que lo hicimos porque no podíamos seguir así en Estados Unidos, pero…

– No, no lo digas, por favor, no hables más. Yo soy tu mujer y tú eres mi hombre, eso no va a cambiar, por favor, mi amor, no te enojes, perdóname por haberme portado como una zorra, me dejé llevar y… – dije mientras caminaba hacia mi hijo hasta quedar frente a frente con él, hasta que nuestros rostros quedaron a pocos centímetros de distancia, un instante antes de que mi John me tomara por el cabello y jalara con fuerza hacia atrás, mirándome a los ojos con un brillo de rabia en su mirada, haciendo que soltara un gemido que lejos de reflejar el dolor que sentía, era una expresión de lo excitada que mi hijo lograba ponerme al dominarme de esa forma, al maltratarme, jalarme del cabello y hacerme sentir una vez más de su propiedad, recordándome con su fuerza que yo era su mujer y de nadie más, provocando que buscara el cierre de mi vestido con una de mis manos para jalar de él y poco después sentir cómo se deslizaba en una continua caricia sobre mi piel.

De pronto y súbitamente, me sentí muy acalorada y un deseo incontrolable de besarlo me atacó sin que pudiera verlo realizado, pues antes de que pudiera siquiera acercarme a sus labios, mi hijo me obligó a arrodillarme frente a él, sintiendo cómo un cosquilleo recorría mi cuerpo mientras mis manos tomaban el elástico de su ropa interior y la deslizaban hacia abajo, experimentando cómo su verga golpeaba ligeramente mi barbilla mientras descendía, sin dejar de mirar a mi hijo a los ojos, dejándome llevar por el olor de su pene, dejando que me embriagara su aroma a hombre a la vez que mis manos recorrían sus piernas hasta llegar a su hermosa masculinidad y retirar mi mirada de sus ojos para deleitarme con el hermoso pedazo de carne que mi hijo poseía entre las piernas.

– Muéstrame que eres mía, mamá – dijo con seguridad, haciendo que mis ojos lo miraran una vez más, mientras abría mi boca y movía mi cabeza en dirección de su pene, sin apartar la mirada de sus ojos hasta ver cómo se ponían en blanco y entregarme a la sensación de su verga llenando mi boca, gimiendo ante el placer te sentir sus sabores y sus olores, deleitando mi lengua con la textura de su miembro mientras escuchaba los gemidos que continuamente emergían de su boca y él me tomaba de la cabeza y me obligaba a tragarme toda su verga, haciendo que mi piel se erizara al sentir su dominio, sintiendo cómo mi vagina se humedecía, cómo mi mano se dirigía a mis labios para darle un poco de cariño a mi concha y prepararla para lo que seguiría pocos minutos después cuando mi hijo se cansara de que le mamara el pene.

Tomé su verga con mi mano libre para masturbarla un poco antes de empujar a mi muchacho para que cayera sentado en la cama, haciendo que mi mano abandonara por un momento mi empapada vagina, para tomar las piernas de mi hijo y levantarlas, pues quería demostrarle lo mucho que veneraba su cuerpo, lo mucho que disfrutaba cada parte de su anatomía.

Sentí un intenso placer al lamer sus huevos y engullirlos mientras gemía con ellos adentro de mi boca y mis manos sujetaban con fuerza sus carnosas piernas, antes de que mi boca descendiera lentamente hasta llegar a su hermoso ano y comenzara a mamarlo sin ningún reparo, abrazando las piernas de mi hijo con mis brazos para alcanzar su verga sin que sus extremidades descendieran y masturbar su miembro con fuerza, como a él le gustaba que lo hiciera, sintiendo el placer de la experiencia que suponía ver cómo mi hombre se retorcía de placer mientras tenía su verga en mi mano y le mamaba ese hermoso culo que tanto placer me estaba proporcionando.

Era glorioso mirar a mi hijo tratando de soportar el placer que le brindaba, era hermoso sentir sus manos apretando mi cabeza para que no dejara de estimularlo mientras escuchaba sus gemidos mezclados con las muestras de gozo que emergían de mi garganta para ahogarse entre las nalgas de mi hijo.

– Ven aquí, quiero cogerte, quiero que me montes, mamá – ordenó mi hijo con enloquecida autoridad, con un gesto intimidante y lascivo en su rostro mientras tiraba de mi cabello y me obligaba a reptar sobre su cuerpo hasta que mi cara y la suya quedaron frente a frente.

– Perdóname, mi amor, no quise molestarte, no quise… – Mis palabras fueron acalladas por los labios y la legua de mi hijo que se metió en mi boca, comenzando a comernos el uno al otro mientras mi hijo me arrancaba la lencería que tenía puesta para sentir luego cómo mis caderas se movían sin parar, restregando mi vulva sobre la verga de mi muchacho, sintiendo el placer que su dureza me provocaba mientras él tomaba su pene y lo acomodaba entre mis labios, un instante antes de que me lo metiera con fuerza y me hiciera sentir cómo se deslizaba en una caricia interna, experimentando el pene de mi hijo al abrirse paso por el vientre de su madre, por el coño de su mujer.

– ¡Ahhh! ¿Cómo podría mirar a otro hombre, mi amor? ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Coges riquísimo! ¡Lo haces mucho mejor que tu padre! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Eres mi hombre! ¡Ahhh! ¡Nunca lo olvides! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! – dije, en lo que intenté que fuera solamente un susurro, antes de pegarme de nuevo a sus labios, sintiendo cómo sus manos apretaban mis senos con fuerza, provocándome un poco de dolor que no se comparaba con el inmenso placer que sentía al tener a mi hijo bombeando mi coño y abriéndome deliciosamente con su verga.

Sin dejar de coger, sin dejar de gemir ni parar de moverme, puse mis manos en el pecho de John mientras él colocaba mejor sus manos sobre mis senos, jugando un poco con mis pezones, deleitándose con la vista que le proporcionaba su madre mientras mis caderas bailaban sobre mi hombre, haciendo que no tardara mucho en cerrar sus ojos y se entregara por completo al placer que mamá le brindaba, provocándome una sonrisa al saber que lo estaba llevando al límite, al saber que jamás encontraría una mujer que lo pudiera hacer sentir tan bien como yo lo hacía, dejándole en claro una vez más por qué habíamos huido de su padre para vivir juntos como hombre y mujer; sin embargo, todo el placer que sentía y las emociones que bullían en mi cuerpo al saber que mi hijo disfrutaba de mamá tal y como lo hacía, se vieron socavadas cuando dirigí mi mirada a la puerta de la habitación y ahí, siendo apenas perceptible entre las sombras, me encontré con la mirada sorprendida de mi hermano, quien observaba la escena con su verga fuera del pantalón, masturbándose con fuerza mientras veía cómo me cogía a mi hijo, provocándome un sobresalto a la vez que John se aferraba a mis senos, se enderezaba un poco para lamerlos y se venía dentro de mi coño, inundando mi vientre con su semilla, haciendo que sintiera su calor esparciéndose por toda mi vagina mientras me comía las tetas como el niño hambriento que una vez fue, antes de dejarse caer en la cama, con una sonrisa enorme en sus labios, y que mi hermano abandonara su posición para dejarnos una vez más solos.

Carlos

Aún me encontraba mareado cuando escuché los sonidos que emergían de la habitación de invitados, los últimos asistentes a mi fiesta se estaban marchando cuando me dirigí a saber qué era lo que estaba pasando con mi hermana, pues ese muchacho la había visto con malos ojos antes de que los interrumpiera y no quería que la fuera a lastimar o la hiciera llorar.

Cuán grande fue mi sorpresa cuando al acercarme al cuarto de mi hermana, pude escuchar con claridad los gemidos que emergían de esa habitación antes de mirar sorprendido la forma como mi hermana estaba montando a su hijo, la manera como ambos disfrutaban de ese acto entregándose por completo a la pasión que evidentemente surgía del tremendo amor que había entre los dos.

Así que ese era el secreto de mi hermana: había dejado a su esposo por su hijo; vaya puta en la que se había convertido, pensé, no sin razón pues la manera como se movía encima del cuerpo de John se veía excitante y deliciosa, tanto que me incitó a acariciarme un poco, primero por encima del pantalón, minutos antes de que me sacara la verga para masturbarme con descaro mientras veía cómo mi sobrino y mi hermana hacían el amor, dejando que los gemidos de Berta nublaran mi consciencia mientras me preguntaba qué tan rico sería coger con ella.

Estaba disfrutando mucho de ese momento, de la imagen tan hermosa de los senos de mi hermana y la forma como se movían ante el baile que protagonizaba sobre su hijo, mientras el chico le clavaba la verga hasta el fondo de su coño; pero lamentablemente el espectáculo terminó muy pronto, poco después del momento en que la mirada de esa hembra y la mía se encontraran y pudiera ver un gesto de miedo en su rostro, enmarcado con los signos de placer que aún prevalecían en sus gestos y la forma como sus ojos se ponían inconscientemente en blanco mientras su hijo se venía dentro de ella.

Me sentí decepcionado al saber que debía alejarme de ahí, pero no quería ir aún a mi cuarto, aquel descubrimiento merecía un último trago y fui por él a la cocina, abriendo el refrigerador para sacar una cerveza fría, sentándome luego en uno de los bancos de la barra, sin poder dejar de pensar en lo hermosa que mi hermana se veía desnuda, en sus gemidos, en la manera como su rostro se había contraído en gestos de placer y la forma como sus preciosas tetas se balanceaban al ritmo de sus movimientos, imaginándome por primera vez en mi vida, siendo yo quien estuviera debajo de ella, quien sintiera las paredes de su coño abriéndose ante la intrusión de mi verga.

Estaba tan absorto pensando en lo que acababa de ver y fantaseando un poco con el cuerpo de mi hermana, que no me di cuenta del momento en que Berta entró en la cocina hasta que abrió el refrigerador, sacó una cerveza y luego se fue a sentar mi lado, sin decir nada, solamente quedándose conmigo mientras tomábamos algunos tragos de cerveza y los vertíamos en el interior de nuestras gargantas; pero mi cuerpo respondió de inmediato a la presencia de esa mujer, después de lo que había presenciado, no me sorprendió sentir mi verga endureciéndose como nunca antes lo había hecho, sentir el corazón palpitando por el deseo que esas imágenes habían propiciado y la repentina necesidad que de pronto experimentaba por poseerla ahí mismo, en mi cocina, y escuchar aquellos gemidos de cerca, sabiendo que era yo y no su hijo quien se los provocaba.

La miré de reojo encontrándome con que llevaba puesta una blusa escotada, fijándome en el hecho de que no llevaba sujetador, imaginando que tampoco llevaría puestas sus bragas, que debajo de aquella camiseta se encontraría desnuda.

No fui capaz de controlarme y el alcohol que había ingerido no ayudo en nada a evitar lo que enloqueciera por completo y me parara de mi asiento, dando un último trago a mi cerveza antes de colocarme detrás de Berta y abrazarla, sintiendo cómo mi verga se restregaba en su espalda baja mientras mis manos la tomaban de los senos con fuerza, a pesar de que ella se revolvía para evitar que la tocara, aun en contra de sus esfuerzos por escapar de mis manos, los mismos que se vieron menguados por la fuerza que me aventajaba sobre Berta.

– ¿Qué estás haciendo, Carlos? Detente, si mi hijo llega… – se quejó en voz baja mientras trataba de quitarme las manos de sus senos.

– Me importa una mierda lo que piense tu hijo, no voy a privarme de probar a la puta que se está cogiendo a su propio vástago, se ve que coges muy rico hermanita, tengo que saber qué tanto aprietas, tengo que saber por qué vuelves locos a los hombres, por qué no te bastó con tu marido y tuviste que cogerte también a su hijo – dije completamente fuera de mí, enloquecido por la excitación y los efectos que había provocado en mi cuerpo el alcohol

La tomé de la cintura con fuerza, obligándola a que recargara las manos sobre la barra y parara el culo en mi dirección, sacándome la verga de inmediato y haciendo que mi dureza se restregara entre los labios de su vagina, de una forma brusca y descuidada, pues el alcohol en mi sangre no me permitía desplegar por completo mis habilidades en la cama.

– Por favor no lo hagas, soy tu hermana, esto no está bien, no deberías…

– Tampoco deberías coger con tu hijo, pero eso al parecer no te importa, ¿Cierto?

Mi verga se metió en su coño sintiendo la viscosidad del semen de mi sobrino, sintiendo cómo el calor de esa zorra abrazaba mi miembro con suavidad mientras me deslizaba en el interior de su coño y escuchaba sus gemidos ahogados en su mano, tratando de no hacer ruido, de que su hijo no supiera lo que le estaba haciendo, de que no se enterara de que en aquel momento lo estaba engañando de una forma muy similar a como había traicionado a su marido al acostarse con su hijo.

Sentí una descarga de lujuria y una inesperada oleada de emociones mientras mi hermana comenzaba a mover el culo para sentirme más adentro de ella, dibujando círculos con sus caderas y volviéndome loco al hacerlo, mientras yo la bombeaba desde atrás, metiendo mis manos por debajo de su camiseta para apoderarme de su tetas y cogérmela con más fuerza, a la vez que ella insistía en ahogar sus gemidos en sus manos y el sonido de mis pelvis chocando con su culo se incrementaba paulatinamente, sin menguar la resistencia que mi hermana anteponía para que su hijo no supiera lo que le estaba haciendo.

Afortunadamente su resistencia no duró demasiado, antes de que llegáramos al punto en que dejó de importarle guardar silencio, haciendo que sus gemidos salieran naturalmente de su boca, que su cara se recargara en la barra y sus manos apretaran con fuerza las mías para que sus tetas se estrujaran con mucha más presión de aquella con la que ya las apresaba.

– ¡Ahhh! ¡Eres un cabrón! ¿Cómo te atreves a cogerte a tu hermana? ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¿Cómo no te atreviste antes? ¡Coges muy sabroso! ¡Ahhh! ¡Ahhh! – expresó mi hermana entre gemidos, dejándose llevar por completo, moviendo el culo enloquecida mientras mi cadera no dejaba de moverse, penetrándola una y otra vez, haciendo que gimiéramos al unísono hasta que la sentí explotar en gritos y contracciones que apretaron mi verga con tanta fuerza que supe que mi orgasmo llegaría en un segundo, una sensación que me llevó a tomarla del pelo y obligarla a arrodillarse ante mí, antes de meterle la verga en la boca y comenzar a bombearla, a cogerme su boca mientras su lengua y sus labios acariciaban mi sexo previamente a que explotara en su interior y sintiera cómo su lengua limpiaba el largo de mi pene hasta dejarlo impoluto, un instante anterior a escuchar una serie de sollozos a mi espalda y girar mi cabeza para ver a mi sobrino llorando desde la puerta, mientras contemplaba como le hacía a él, lo mismo que ese mocoso le había hecho a su padre.

Di un paso atrás y me acomodé la ropa, guardando mi verga dentro de mi ropa interior, mientras miraba al chico a los ojos, mostrando una enorme sonrisa en mis labios a al vez que avanzaba hacia él para darle una palmada en la espalda mientras pasaba a su lado.

– Acostúmbrate a ver esto, muchacho, porque pasara todos los días mientras vivan en mi casa.

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