EL DIABLO EN EL CONVENTO

«…se le revolucionó toda su virilidad, resopló ansioso…»

por Un Sacristán de Monjas, Ed. Vulcano, Aventuras de Sacristía, 25 de diciembre de 1931, Año I, Madrid, 25 céntimos de peseta. (Se ha transcrito exactamente como en el libro original, entre las páginas 31 y 32).

Vista la huerta, no había más que enseñarle ya a don Mariano; pero decidió sor Purificación la salida por el desván, por el viejo almacén de los sabrosos recuerdos…

Don Mariano la siguió por aquella oscuridad.

– Tenga usted precaución, que hay hacinados muchos trastos…

Don Mariano tropezaba, no ya por los obstáculos, sino porque iba encandilado más de la cuenta viéndose a solas con sor Purificación, y en sitio tan desamparado y propicio.

Así, no tuvo reparo, al primer tropezón siguiente, en asirse a la carnosa silueta de la sor; y como ésta no se dió por aludida, repitió don Mariano la maniobra, y ya, sin que hubiera trompicado… Y tampoco sor Purificación dió fe de protesta.

Esto acabó de poner a don Mariano fuera completamente de sí; se le revolucionó toda su virilidad, resopló ansioso e hizo todo lo posible por tropezar de nuevo. Tropezó, y como fué al borde de un montón de alfombras, sor Purificación, que tuvo la anticipada precaución de volverse hacia él, no reparó en caer de espaldas. Sobre ella se abatió don Mariano; y como ningún hombre, en tal circunstancia, retrocede, siguió definitivamente adelante…

Con el turbio asombro que su lucidez le permitía, vió que ella no le opuso resistencia, sino que se prestaba a todo como mansa cordera.

¡Oh felicidad nunca soñada !….

Tan no le ofrecía resistencia, que ni siquiera le opuso la que la naturaleza impone como mínimo…

Pero, en caso culminante como aquel, no había que reparar en pelillos… y don Mariano, de aquella sabrosa oscuridad, fué transportado a la más espléndida, deslumbradora gloria…

Y aquí cesó toda la severidad del terrible don Mariano. A merced de cuanto quisiera ordenarle la suculenta sor Purificación, dió pleno consentimiento para que su hija y Rafaelito se casaran.

Es más, dijo que le había tomado gusto al pueblo y en él buscó casa y se quedó.

Se hizo protector del Beaterio. 

Y desde entonces, todos disfrutaron y vivieron felices.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Eres mayor de edad? Este sitio web es para mayores de 18 años. Cada cosa a su tiempo.