DISFRUTARME POR FIN

«…Lloraba hacia su abstracción y encontré un resquicio de luz en su pradera. Donde no hay mentira….»

por TEODORO NDOMO

Según un estudio escrupuloso de la Long Dune University, en Alatranca Town, las mujeres prefieren penes de quince centímetros para relaciones largas y duraderas cuando es pareja monoparental tradicional; frente a penes de grosor y longitud muy superiores, para sus escarceos puntuales y, por supuesto, para los de sueño REM.

He aquí que la parca llega a mi cama. No llego al límite inferior. A pesar de que el grueso de nervios que trasladan el placer directamente al cerebro se encuentra en apenas unos centímetros, coronando labios prestos y abiertos, el tamaño cobra su importancia en la antesala del placer.

Sin embargo, también debo reconocer que el tamaño importa más en quien lo transporta. Así que me propuse compensar.

Debo remediar lo que mi físico flaquea. Y ahí, centro mi pasión. Me empeño en retrasar la penetración para satisfacer. Y es que, para colmo, mi exiguo amigo es rápido en convertirse en macho de Mantis.

Antes lloraba y mi autoestima era denigrante. Sucumbía rápido y notaba en los gestos la mofa o la desaprobación mayúscula. 

Al principio pensaba en los Arconada, Landáburu, Maceda, Serna, Juanito, Satrústegui, Zamora, López Ufarte y compañía. Pero no era suficiente. El gol tempranero hacía que la grada quedara vacía e insatisfecha.

Y entonces, descubrí mi verbo. Aprendí a bajar al pilón. Sumergirme para encontrar luz. 

Lloraba hacia su abstracción y encontré un resquicio de luz en su pradera. Donde no hay mentira. En el cielo abierto de sus ojos cerrados y sus manos presionando mi nuca. 

La ansiedad de la medida que lastra el disfrute, dio paso a naufragar consciente en sus labios rugosos y jugosos en lima maravillosa.

Y las cuerdas sonaban y no como la flauta al burro. Haciendo rugir el Mistral, navegaba con maestría a pesar de las olas. A pesar del pasado que insiste en anclar el deseo.

Saliva y carmín de tu Rouge 999 que devuelvo a tus labios escondidos. Y penetro con lengua bíblica que bien nos dice su texto «muerte y vida están en poder de la lengua». 

Yo te quiero llevar a la vida matándote con el roce y el goce de mis papilas. Traspaso tus puertas abiertas y libres de remilgo, hasta que me pides hacer nuevo pasillo con mis manos que hasta ahora separaban tus muslos. Y aparecieron chispas de cereza provocando arqueo de tu espalda que pretendía huir de la quema.

Una falange y luego dos comenzaron a crear autopista hacia el cielo. Y entonces, mi lengua no preguntó. Se fue a tu puerta trasera a encontrar un nuevo reto. Te relajaste hacia atrás y comprendí tu semáforo en verde. Separaste tus nalgas en entrega completa. Mis dedos palparon mi lengua y tu boca lanzó un quejido sordo de aprobación. Y cambié de posición aprovechando tu horizontalidad. Mis dedos encontraron la puerta trasera iniciando el kukilingüis, mientras mi lengua continuó colaborando con mi nariz sumergida en tu llanto de miel. 

Y entonces comencé a temblar recordando que mi verga podría incurrir en pronta flaccidez,

Pero me centré. Ya no en la alineación ochentera. Ahora me centré en darte placer sin piedad. A devorar. A bajar al puente de cabeza hasta que me arrastrara la corriente. Hasta que gritaras suplicando parar. 

Y apareció el arco iris en tus manos cuando anclaste las uñas en mis nalgas pidiendo clemencia. Y me mordiste para comprender que querías someterme. Y comprendí que mi turno había acabado. Y me pediste que lloviera en tu boca sin palabra. Y mi amigo no defraudó. Un cuchillo fino atravesó la primera vértebra al sur de mi espalda y lloré también por los ojos.

Un día color de melocotón tras tanto hielo. Sané de las miserias del tamaño y me disfruté haciendo disfrutar.

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