«… tus gemidos fueron más fuertes y elevados, así como tu humedad…»
por Sr. EROS @memorias_de_un_dominante (Instagram)
Habías tomado demasiado, tanto que habías comenzado a decirme que antes de esa conversación, mientras intercambiamos miradas, yo te había parecido un patán…
Apenas te conocía, era nuestra primera salida, y a pesar del morbo existente, cuidaba el hecho de no parecer simplemente un depredador y aprovecharme de las circunstancias y el exceso de alcohol en ti…
Luego de varias copas, risas y demás, logré convencerte de llevarte a casa, con la idea de dejar ante tus ojos, la imagen de caballero que me ha caracterizado siempre realmente era mi intención.
Partimos en el carro rumbo a tu casa y comenzamos a charlar; dijiste que la noche estuvo increíble muy a pesar de que los tragos se te hubieran subido a la cabeza a tempranas horas de la noche. Incluso entre hablar de todo y nada, durante el trayecto hiciste una confesión: «Tengo un problema. Cada vez que bebo, mi cuerpo se calienta a tal punto que solo deseo ser tomada y embestida como una perra en celo, por algún semental antes de ir a dormir, tal cual como en los relatos eróticos que tantas veces suelo leer…».
Eso me tomó por sorpresa ya que no estaba en mis planes el hecho de que algo más pudiera suceder aquella noche. Solo sonreíste inocentemente, sin imaginar lo que pasaría momentos después.
Para un pervertido como yo, a pesar de no tener dichos planes para esa noche, debo confesar que tus palabras hicieron eco en mis oídos, transformando mis pensamientos en maldad, de esa que no puedo describir sino sentir y disfrutar. Al llegar a tu casa me detuve, bajé a abrir la puerta del carro y solo me dispuse a llevarte hasta tu puerta. Insististe en tomar un último trago conmigo dentro de tu casa. Yo también había tomado suficiente y además debía conducir luego de vuelta a mi casa; pero al recordar esa «inocente» confesión de tu parte, minutos antes, hice a un lado todo y acepté entrar contigo…
Al cerrar la puerta, la transformación en mí empezaba. Comencé a sentir calor y algo de frío al mismo tiempo. Sabía ya lo que vendría, solo que no tenía claro cómo, así que solo me dispuse a dejar que el momento pasara.
– Siéntate y ponte cómodo. ¿Qué te sirvo? Prepararé dos vinos tintos para no mezclar más, -dijiste sin darme otra elección.
Te dejé partir a la cocina, sin quitarte los ojos de encima; imaginaba esa hermosa piel clara azotada y dulcemente torturada por mi. De regreso ya con nuestros tragos, brindamos por la amistad y por la buena compañía del momento.
Música y baile; y entre todo el alboroto por el roce de pieles hubo un beso atravesado, de esos que te dejan con ganas de más. Luego del mismo, algunas risas cómplices.
– Voy a cambiarme, ya regreso.
Y sigilosa como una pantera te vi alejarte, esta vez camino al baño, y con la particularidad de que la puerta del mismo la dejaste entreabierta…
Pasados dos minutos y sin pensar en nada más, fui hasta tu encuentro.
– ¿Qué haces?, -preguntaste sorprendida.
Acto seguido empecé a quitar mis ropas, y cuando tuve mi cinturón en la mano te dije que serías azotada antes de ser embestida. Comenzaste a correr y yo perseguirte por toda la casa hasta parar en tu habitación…
Caíste sobre tu cama, estando medio desnuda y mostrándome esa hermosa piel que me imaginaba hace rato a mi disposición. Hubo lucha y forcejeo pero logré dominarte mendiante la fuerza.
Comencé a azotarte justo como deseabas. No lo habías mencionado nunca, pero tu cuerpo hablaba por ti.
Con cada azote, tus gemidos fueron más fuertes y elevados, así como tu humedad que ya empezaba a reflejarse en tus bragas. Coloqué mis dedos en tu entrepiernas y fue grandioso sentir tu vulva tan húmeda y caliente como imaginaba.
Al terminar tus azotes, me dispuse a embestirte como lo habías mencionado. Con cada punzada, tu vulva, al contraerse, comenzó a soltar pequeñas descargas eléctricas. Por un momento sentí que querías arrancarlo en medio de tanto placer.
Fuiste tan puta como dijiste y al final te quedaste dormida con toda mi descarga dentro de ti.
No sé si fue el mejor de mis encuentros foráneos, pero no fue la única vez que sucedió.
Siempre iniciaba con una llamada tuya… «¿Tienes algún plan para esta noche, mi querido amigo?».
Cada vez que cortaba la llamada me decía a mi mismo:
«Ahí vamos de nuevo…»
#MemoriasdeunDominante