CARTERAS PERDIDAS

«…Es suficiente, aunque si Marcos te sostiene la cabeza, creo que quedará ideal. …»

por TEODORO NDOMO.

Ya van demasiadas carteras perdidas. Más de dos años del puto COVID y la calle ha salido desaforada a perder la identidad. Ya no quieren vivir. No quieren recordar estos años sin darse cuenta de que la nueva careta no es más que un episodio más de su vida.

Joder Saúl, deja ya de filosofar. La gente quiere divertirse después de tanta mierda de mascarilla y de no tocarse. Solo es eso. No le des tanta vuelta.

Marcos, que vivimos cada vez más años y parece que se nos olvida que hay etapas claras y otras oscuras. Ser firme para conseguir lo que se desea o los objetivos que nos marcamos.

Fuerte tabarra. Pues precisamente, deja de pensar que miras el mundo sólo con tu punto de vista. Aquí controlamos dos manzanas de Carnaval y todas esas carteras son vidas diferentes. Cada uno de su padre y su madre o lo que sea. Deja de poner objetivos a todo y a todos.

Marcos agarró un puñado de carteras y las ofreció a Saúl.

– Venga, elige una.

Que no tío, que no se puede estar fisgando en las cosas de los demás. Y menos nosotros que velamos por ellas.

Déjate ya de rollos, que sabes que de aquí, la mayor parte van a la policía. Además te juego mi paga que ninguna tiene dinero.

Negando con la cabeza la terquedad de su compañero, Marcos abrió una de las carteras. 

Mira, Georgina Santos Cornejo. ¡Hala, vaya nombre!. Esta seguro que hace alusión a su apellido.

Marcos, que nos la cargamos como nos vean. 

¡Déjate de rollos, que aquí nos vamos a pegar toda la noche solos!. Mira pedazo de rubia. del 73. Madura, como me gustan. Y viene de Alicante. Dos horas en avión para disfrutar un par de días. Eso sí que es saber vivir, -y se detuvo rebuscando en el interior de la cartera. – Mírala a ella. ¡Bingo!. 

¡Qué no mires, carajo!

Tarde, ya me he enamorado. Mira la foto.

    Aparecía la tal Georgina con un antifaz de gata, mirando la cámara, mientras un Batman la empotraba a su espalda.

    Una Polaroid tiene la muchacha y le da un uso cojonudo, -dijo Marcos babeando.

    Por favor, no mires más, que podría haber sido familia tuya. 

    ¡Anda ya pesado!, -y sacó otra más, aunque esta vez los ojos se le salieron de las órbitas viendo cómo la gata relamía un generoso nabo que ya escupía su miel caliente.

    Ante el tesoro que se le descubría en el bolso antes anónimo, paseó por más fotografías mientras Saúl comenzó a interesarse de reojo.

    Espera que en esta foto ya lo borda…

    La verga del superhéroe penetraba el impresionante culo de la madura gata. 

      Me acaba de poner berraco la Georgina. ¿Ves?, personas que tienen su vida diaria anodina, que se ponen careta y despiertan su lado oscuro, nunca mejor dicho.

      En ese momento, se abrió la lona que hacía de puerta de la carpa en la que estaban y apareció una impresionante coneja.

      ¡Hola!, ¿es aquí donde puedo encontrar mi bolso?, -preguntó sonriendo al observar la parálisis de Saúl y Marcos especialmente, que no reaccionó rápido y aún tenía el cuerpo del delito en las manos.

      Saúl se adelantó en un infructuoso acto de ocultar a su compañero helado. 

      Pues sí, -contestó intentando disimular. – ¿Cómo era su bolso?

      ¿Qué cómo era?. Pues la tiene tu compañero en la mano. ¿Ya las has visto todas?, -sin mostrar temor alguno se dirigió a Marcos.

      Pues… no todas, perdón, -dubitativo y nervioso le contestó.

      Sabes que no deberías haber abierto el bolso, ¿verdad?.

      Lo siento, -respondió agachando la cabeza avergonzado.

      Curioso que lleves la porra por dentro del pantalón, -rió Georgina mientras se acercaba al bolso.

      Nosotros no llevamos porra, no somos ninguna autoridad o guardias de seguridad, -acertó a decir Saúl intentando que no se notara su mirada al exuberante escote de la coneja.

      ¿Puedo sacar una foto a lo que me ha parecido una porra en condiciones?, -señalando la entrepierna del aún atónito Marcos con una erección incontrolada.

      Saúl no se reprimió ante la sonrisa nerviosa y alucinada de Marcos y dijo con firmeza:

      Por supuesto. Es más ¿puedo usar su cámara y hacer la foto?.

      Para eso es, -y entregó la Polaroid que llevaba cruzada en bandolera.

      Georgina se agachó y sin pedir permiso, mordió y acarició la porra de Marcos, aún bajo el pantalón.

      ¿Te parece buen encuadre así?, -mirando a Saúl.

      Es suficiente, aunque si Marcos te sostiene la cabeza, creo que quedará ideal.

      Marcos, creo que no tienes de qué avergonzarte, quita esa cara de panoli y atiende a la cámara, -dijo Georgina.

      Marcos, por favor, no me digas que ya te has corrido, -y se rió Saúl observando una floreciente mancha diminuta, mientras secaba la imagen dando sacudidas al aire.

      Georgina se incorporó y le apretó una nalga.

      Buena porra querido.

      Gracias, -logró balbucear.

      Recogió la cámara y miró a Saul con firmeza.

      ¿Quieres quedar inmortalizado también?, -mientras paseó su mano en busca de nueva presa.

      No quiero despreciar semejante premio, pero estoy trabajando.

      Se separó de Saúl y se hizo un selfie dejando fuera uno de sus pezones. Sacudió la imagen, le dio el visto bueno y sacó un rotulador.

      Toma. Si sigo por aquí, me llamas, -y se acercó a lamer su oreja. -Chao Marcos, llego tarde, y quédate con las fotos. Son para tí.

      Igual que entró, se fue, dejando mudo y húmedo a Marcos, mientras Saúl perseguía el contorneo de la coneja saliendo de la carpa.

      Hasta la próxima Georgina, -giró la cabeza hacia Marcos, -tenías razón compañero: hay vidas diferentes.

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