«…comprendió que no tenía que hacer frente al oleaje…»
por TEODORO NDOMO
Cuando se quiso dar cuenta, notó la humedad de nuevo.
El desayuno es la principal comida del día, se repetía una y otra vez, la cena es un estorbo para descansar, pero anoche había quedado llena.
Levantando la taza de café, recordó “la cena”.
El suave tacto del aceite en su tobillo. De cómo se elevaba sin prisa hacia sus nalgas apretadas, para terminar en el acantilado de sus hombros. Esa marea constante y rítmica resultó un tantra de liberación.
Sin prisa y sin pausa, el aceite fue recorriendo cada rincón entre los dedos de los pies, talones, empeine… Con una cadencia que le sumergía en la confianza. Una cadencia que poco a poco desarmó su voluntad de resistirse.
Comprendió que no tenía porqué hacer frente al oleaje. Se dejó llevar como siempre se recomienda para encontrar la orilla.
Notó que el aceite encumbró de nuevo sus nalgas y la gravedad provocó un cauce oportuno. Atraída por el tacto suave del óleo, arqueó su potente trasero hasta dejarlo totalmente expuesto a que llegara la gota a todos sus rincones. Formó un delta en Venus que quiso sentir en cada rincón.
Con las caderas arqueadas y las piernas de par en par, una vez y secó el aceite, dejó que su cuerpo se liberara de cualquier resistencia y notó aire rozar todos sus poros.
Y aparecieron dos manos que separaron aún más sus nalgas. Y recorrió cada agujero una lengua a modo de animal que liba en busca de manjar. Ella notó cada rincón recorrido, cada nervio activado. El placer se apoderó de su cuerpo. El poder de la confianza ofrecida penetró cada uno de sus cofres.
Cuando se quiso dar cuenta, notó la humedad de nuevo.